Page 277 - EL Rincón de Liliana
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cada vez que mis dedos recorrían su encordado
y su curvilíneo cuerpo, pobre mi guitarra,
parecía que gritaba suplicando que dejara de
atormentarla, cosa que nunca pasó, y el tiempo
la convirtió en mi mejor compañera hasta ese
momento, o en mi alcahueta, como dijera mi
hermosa madre, y ese cuartito mullido, hecho
con tablas que el tiempo había tornado en grises,
y una lona vieja y raída a través de las cuales se
podía mirar una que otra estrella.
Los días transcurrían, y cada tercer día con la
precisión de un reloj, mi madre mecía mi
cuerpo, al tiempo que susurraba cerca de mi
oído, “ya es hora”……. Ese día en particular, mi
tolerancia llegó al límite, y le reclamé airado
“porque no mandas a alguno de mis hermanos”
simplemente repitió la orden y salía de la
recamara, en donde el resto de mis hermanos
hombres dormían tan cómodamente,…..
Enojado me vestí jalando y estirando la ropa
queriendo desgarrarla con tanta rabia, como si
quisiera, destrozarla para hacer pagar a mi
mami por mandarme a comprar la leche,
arrastré los pies tratando de romper los zapatos,
y tanto me ocupe en el enojo, que ese día olvide
la vara que me defendía y las piedras para
ahuyentar a los perros, afortunadamente no
paso a mayores.
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