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Echa el ancla: «Valoro las tradiciones religiosas distintas a la mía»
La Mimona
En la noche de Mimona se celebra el final de Pésah,
la pascua judía. Durante los ocho días de Pésah no
se puede comer pan, ni galletas, ni pasteles, ni ca-
ramelos, ni chocolate. En casa, ni siquiera podemos
tomar leche por la mañana; en su lugar tomamos té
con hierbabuena o café solo. [...]
Durante Pésah, todo tiene un gusto distinto, se co-
men cosas buenas: habitas y garbanzos fritos; una
ensalada de naranja amarga; otra con verdura de pri-
mavera (alcachofa cruda, cebolla nueva, tomate y li-
mas). También se toma una sopa la primera noche
de Pascua a base de habas, calabazas, apio, papas
y un buen pedazo de carne jugosa y, claro está, se
come el cordero con salsa amarilla y papas al hor-
no. Todo eso es sobre todo para los mayores, por-
que a nosotros una semana entera sin chucherías
se nos hace interminable. La única receta dulce de
Pésah es un jarabe de limón que sabe a caramelo.
Mamá lo guarda en una bonito recipiente con un ta-
pón en forma de bola de cristal en la que se ve el
mundo al revés. [...]
Una vez, mi amiga Anne-Marie me dio en la escuela
una bolita que había hecho ella misma con galletas
de coco y, sin pensarlo demasiado, me la metí en la
boca. Cuando recapacité y me di cuenta de que era
Pésah, salí corriendo a escupir. [...] Habría sido un
auténtico pecado, porque las galletas llevan levadu-
ra, y la levadura es lo peor del hamés. El hamés es
la lista de alimentos permitidos y prohibidos durante
Pésah. Lo prohibido se añade a lo que no se come
habitualmente, como el cerdo, por ejemplo, que es
terefá. Los caramelos y el chocolate son un pecado
menos grave, se apartan durante la Pascua solo por
miedo a que se hayan mezclado con hamés. [...]
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Lo que quiero decir con eso es que después de la
Mimona nos sentimos mucho mejor. Ese día, cuan-
do llega la hora, preparamos la mesa con mamá. [...]
Todo lo que se pone en la mesa sirve para traer suer-
te y abundancia. Sacamos licores y, en el último mo-
mento, mamá prepara un flan.
Cuando la mesa ya está lista y papá ya ha vuelto del
trabajo, empiezan las llamadas a unos y otros. No se
sabe por casa de quién va a empezar la gira. [...] Al Analizo
final, papá decide empezar yendo a casa de tita Lu-
na, como de costumbre. [...]
En casa de tita Luna, para la noche de Mimona, se
abre el salón blanco, se encienden muchas luces y
todo brilla. [...] Tito Arón nos va llamando uno a uno
por nuestro nombre judío: papá es Yehudá ben Es-
ther (Yehudá hijo de Es ther). Tito está sentado al fi-
nal de una mesa, tiene delante una copa de miel y
un plato lleno de habas crudas. Reza la bendición
deprisa, cerrando los ojos y alzando la voz cada vez
que acaba una frase. Cuando dice algo parecido a
«Aná, aná, afananá» ya sabemos que no va a tardar
en decir el nombre de alguien. El que oye su nom-
bre tiene que acercarse: Simja bat Clara (Simja hija
de Clara) soy yo. Tito está concentrado, unta una
habita verde en la miel y alarga la mano, como si no Valoro
se diera cuenta de lo que nos está dando, y tene-
mos que arrimarnos con la boca abierta. [...] Nos
alejamos agachando la cabeza, mientras Tito sigue
rezando para el siguiente. Los primos se ríen al ver
la cara que pone el que se está comiendo el haba.
A los mayores parece que les cuesta menos.
Line Amselem, Pequeñas historias de la calle
Saint-Nicolas. Xordica Editorial.
Decido y actúo