Page 265 - Educación en Bolivia (Warisata) y México (Chuminópolis) Arturo Vilchis
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270 Educación en Bolivia (Warisata) y México (Chuminópolis)
polis se hizo uso de situaciones recreativas, de invención, porque
el juego infantil posee un carácter inventivo, el juego del niño era
un juego con lo nuevo, una verdadera apropiación de las cosas y
de los seres. El niño, el alumno, experimentó en los ejercicios del
juego las diversas conductas que iban emergiendo poco a poco
en él, como consecuencia de la interrelación social con los demás
compañeros. No fue una simple manifestación de los instintos,
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sino una actividad abierta, un movimiento hacia adelante que se
especificó, es decir, se transformó en deber gracias a las influencias
sociales.
La conciencia de adquirir nuevos roles, un sistema de represen-
taciones y proyectos, todo un mundo de cálculos colectivos e indi-
viduales, provocó que se pasara del juego, al deber como actividad
(trabajo, elaboración), buscando un fin: el sentimiento de penetrar
en una comunidad social.
simultáneamente en ambos, porque en ambos por herencia existía. Hacer que
los niños imiten a los hombres, es imponerles hábitos, es domesticarlos; pero no
educarlos en el sentido de hacerlos llegar a nuestro grado de desarrollo”. José de
la Luz Mena, “Revolución es civilización”, en Oriente, Órgano de la Escuela Racional,
Mérida, vol. I, núm. 11, julio de 1918, pp. 2-3.
48 “Yo los vi ingresar, venían descalzos, cogidos de las manos y se andaban
escondiendo entre los pliegues del rebozo de su abuelita; estaban muy delgados,
descoloridos. Al mes y medio de haber ingresado empezamos a ver que bajaban
todos los libros de la biblioteca, y hojeaban y veían las estampas, y a cualquiera
que estuviera cerca de ellos le preguntaban que decía debajo de la estampa, a mí
varias veces, pero a la que con más frecuencia le preguntaban es a la compañera
Manuelita que hasta hoy es íntima amiga de ellos, y así poco a poco los empe-
zamos a ver parar e imprimir, distribuir, y así hasta que aprendieron a distribuir
luego imprimir, y ahora ya paran y de este modo han ido aprendiendo a leer y
a escribir sin necesidad de que el Director les estuviera enseñando los sonidos;
lo único que les hacía éste de cuando en cuando era decirles que escribiera la
palabra que les dictaba, lo que hacían cuando la sabían, pero cuando no, franca-
mente contestaban No, y el Director no los obligaba a nada más”. María Pérez
Hernández, “Ricardo y Petronila Peña”, en Oriente. Órgano de la Escuela Racional,
Mérida, vol. I, núm. 5, enero de 1918, p. 7.