Page 402 - Dune
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menos un número doble de estas comunidades. La población está muy dispersa en un
           planeta de esas características.
               —¿Diez millones? —las mejillas del Barón se estremecieron por el estupor.

               —Como mínimo.
               El  Barón  se  mordió  sus  carnosos  labios.  Sus  pequeños  ojos  estaban  fijos  en
           Hawat. ¿Es  realmente  un  cálculo  de  Mentat?, se preguntó. ¿Es  posible  que  nadie

           haya sospechado nunca nada?
               —No hemos alterado en ningún momento su tasa de nacimientos —dijo Hawat
           —. Como máximo hemos eliminado los especímenes más débiles, dejando que los

           fuertes se hicieran aún más fuertes, exactamente como en Salusa Secundus.
               —¡Salusa  Secundus!  —ladró  el  Barón—.  ¿Qué  relación  hay  con  el  planeta
           prisión del Emperador?

               —Un  hombre  que  sobrevive  en  Salusa  Secundus  es  sin  lugar  a  dudas  más
           resistente  que  los  demás  —dijo  Hawat—.  Y  cuando  se  añade  además  un  buen

           adiestramiento militar…
               —¡Absurdo! Según tu argumento, yo podría reclutar a los Fremen después del
           modo cómo mi sobrino los ha oprimido.
               —¿Acaso vos no oprimís nunca a vuestras tropas? —dijo Hawat en voz muy baja.

               —Bien… yo…
               —La opresión es algo relativo —dijo Hawat—. Vuestros soldados están mucho

           mejor  que  la  gente  que  les  rodea.  Tienen  ante  sus  ojos  otras  alternativas  mucho
           menos placenteras para quienes no son soldados del Barón, ¿verdad?
               El Barón reflexionó en silencio, con la mirada perdida. Las posibilidades… ¿era
           posible que Rabban, sin quererlo, hubiera proporcionado a la Casa de los Harkonnen

           su arma definitiva?
               —¿Cómo podría estar seguro de la lealtad de una tal recluta? —dijo luego.

               —Yo  los  dividiría  en  pequeños  grupos,  no  más  grandes  que  un  pelotón  de
           combate —dijo Hawat—. Los sacaría de su opresiva situación y los aislaría junto con
           un grupo de instructores que comprendieran su ambiente, preferiblemente gente como
           ellos que recién acabaran de salir del mismo tipo de opresión. Luego los impregnaría

           de  un  misticismo  según  el  cual  su  planeta  no  es  más  que  el  campo  secreto  de
           preparación destinado a producir los seres superiores en que se han convertido ellos.

           Y les mostraría todo aquello que un ser superior tiene derecho a poseer: riquezas,
           hermosas mujeres, suntuosas moradas… cualquier cosa que deseen.
               El Barón empezó a asentir.

               —Todo lo que tienen los Sardaukar.
               —Con  el  tiempo,  los  reclutas  se  convencerán  de  que  un  planeta  como  Salusa
           Secundus está perfectamente justificado, puesto que les ha creado a ellos… la élite.

           Bajo muchos aspectos, incluso el más común de los soldados Sardaukar tiene una




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