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El Pilarino
Quico le respondió: “lo que pasa es que extraño a mis amigos, quisiera verlos”. Nacho
Sólo sonrió, él también extrañaba a sus amigas, las golondrinas de Asia. Entonces Bolín
dijo: “Tengo una idea, hagamos una fiesta e invitemos a nuestros amigos”.
Quico y Nacho saltaron de alegría, de inmediato empezaron a preparar la mejor fiesta.
Repartieron las invitaciones a todos sus amigos y amigas, pero Quico, no invitó a uno en
especial: al terrible tiburón llamado Siete Buches; recordó que éste había devorado a toda
su familia.
El día de la fiesta llegó, todos asistieron. Había mucha comida y buena música pero en lo
mejor de la fiesta, de pronto, del fondo del mar, apareció el Siete Buches. El primero que lo
vio fue Bolín y gritó:
“¡Atención tenemos un tiburón a la vista que no ha sido invitado! ¡Quicoooo, Nachoooo,
sáquenlo de la fiesta!”
Cuando Bolín terminó de hablar, ningún invitado había a su alrededor. Todos huyeron
despavoridos.
Entonces Bolín decidió enfrentarlo solo. Fue a la parte trasera de la casa sacó su tabla de
surf; un arpón y una malla gigante. Entró al agua sin dudarlo, se subió en su tabla y rodeó
al Siete Buches con la malla. Este no sabía qué hacer y cuando Bolín quiso clavarle el
arpón, el Siete Buches empezó a llorar y a pedir clemencia por su vida.
De pronto Quico apareció en la orilla del mar y le gritaba a Bolín:
“Mátalo, mátalo; él mató a toda mi familia, no merece piedad”
El Siete Buches lo miró y le dijo: “yo no maté a tu familia, fueron los pescadores del puerto
quienes los mataron. Yo estaba allí porque quería salvarlos. Ellos me hirieron con un arpón
como el que tiene él, por eso tuve que huir y no pude hacer nada.”
El silencio era tenso, todos esperaban la reacción de Quico y pensaban que lo peor estaba
por ocurrir.
En ese momento Quico recordó todo. Era cierto, unos pescadores atacaron a su familia,
sólo que él no recordaba bien porque era pequeño aún.
Se acercó al Siete Buches y le dijo: “Lo siento, te juzgué mal”
Está bien-dijo el Siete Buches-, te perdono pero con una condición: Ya no quiero que me
llamen Siete Buches, mi nombre es “Dientecitos”.
Todos estuvieron de acuerdo y continuaron la fiesta, bailando al ritmo de Dientecitos, quien
bailaba muy bien.
FIN.
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