Page 141 - mago de oz
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deseo. Y si es una dama encantadora, fingiré
echarme sobre ella para obligarla a obedecerme.
Si es una gran cabeza, la tendré a mi merced,
pues la haré rodar por todo el salón hasta que
prometa concedernos lo que deseamos. Así que
alégrense todos, porque las cosas saldrán bien.
La mañana siguiente el soldado de la barba
verdosa condujo al León hasta el gran Salón del
Trono y le hizo pasar para que viera a Oz.
Una vez que hubo pasado por la puerta, el León
miró a su alrededor y, para su gran sorpresa, vio
que frente al trono pendía una bola de fuego tan
brillante que casi no podía mirarla. Su primera
impresión fue que Oz se había incendiado y
estaba ardiendo. Empero, cuando trató de
acercarse, el intenso calor le chamuscó los
bigotes y, temblando de miedo, tuvo que
retroceder de nuevo hacia la puerta.
Acto seguido oyó una voz tranquila que salía de
la bola de fuego y le decía:
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