Page 3 - El maquinista de la General
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Tras casarse con la actriz Natalie Talmadge, cuya
hermana Norma acaba de casarse con Schenck, forma
con éste una productora que le proporciona una gran
libertad creativa y empieza a dirigir sus propias películas.
Es entonces cuando termina de definir su personaje:
aquel inexpresivo «cara de piedra», estoico e ingenuo, al
que nunca vimos reír en la pantalla; un personaje de
apariencia vulgar y anodina, pero lleno de recursos y
dueño de una energía que, una vez desatada, le permite
acometer cualquier cataclismo. En los dos primeros años
escribe, protagoniza y codirige veinte cortometrajes que
le sitúan entre los grandes cómicos norteamericanos: El
espantapájaros (1920), Rostro pálido (1921), La mudanza (1922)… El éxito le
anima a dirigir y protagonizar varios largometrajes, producidos
por Schenck para la Metro-Goldwin, y tras Las tres edades (1923) -muy influida
por Intolerancia, de Griffith-, rueda sus obras maestras: El moderno Sherlock
Holmes (1924), El navegante (1924)y Siete ocasiones.
En este momento se encuentra en lo más alto
de la ola, y es cuando su amigo y
gagman Clyde Bruckman le habla de una
novela muy interesante, basada en un
episodio real ocurrido durante la Guerra Civil
norteamericana.
Trasfondo histórico del filme
El suceso descrito en la novela era entonces
muy conocido entre la gente y rememorado
en los libros de historia como una de las grandes gestas de la Guerra de
Secesión. El 12 de abril de 1962, cuando los confederados todavía llevaban la
iniciativa en la contienda, un grupo de veintidós espías unionistas, bajo el mando
de un oficial llamado James J. Andrews, se adentraron unas 200 millas en
territorio confederado y se apoderaron de una locomotora de ferrocarril
denominada la «General», en las inmediaciones de Big Shanty, Georgia;
realizaron su acción con ropas de civil y según un plan perfectamente trazado,
que incluía un aventurado recorrido con la locomotora para destruir las
comunicaciones entre Chattanooga y Atlanta. Tal como vemos en la película,
inutilizaron las líneas del telégrafo, quemaron los puentes y dañaron las vías
férreas para aniquilar la ruta de abastecimiento del ejército sureño.