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Xi Jimping, presidente eterno de China, jefe de sus fuerzas armadas y secretario general del
           Partido Comunista chino, es lo que Jean-Luc Domenach llama un hijo de príncipes. Es ingeniero
           químico. Su padre fue Xi Zhongxun, destacado general y alto dirigente del PCCh y creció y se educó
           con todos los líderes maoístas en los barrios privados para los grandes jerarcas. Fue enviado al
           campo cuando su padre fue defenestrado por Mao, pero fue salvado por las relaciones paternas y
           antes de ser presidente fue secretario del partido en Shangai. Conoce pues la China profunda y la
           ultraindustrializada zona costeña y, a diferencia de Putin y de Trump, tiene cultura y experiencia
           internacional. Es, por lo tanto, más cauto y, por ejemplo, votó y aplicó las sanciones de la ONU contra
           Corea del Norte para favorecer una distensión internacional, pues a China le conviene comerciar,
           no hacer una guerra para cuya eventualidad se está armando a todo trapo. Pero su sistema, aunque
           capitalista, mantiene los rasgos marcados de despotismo asiático que tenía con Mao.

               La  oligarquía  imperial  china,  que  es  fuertemente  nacionalista,  al  suprimir  la  libertad  de
           información,  la  de  discusión  marxista  y  la  de  investigar,  es  propensa  a  graves  errores  en  la
           apreciación de la realidad. Además, en la política exterior china hay un átomo enloquecido, pues
           debe pagar los platos rotos que amontona el despotismo norcoreano. En efecto, el fundador de la
           dinastía  de  Pyongyang,  Kim  Il-sung,  echó  a  los  japoneses  de  Corea  colaborando  con  el  ejército
           soviético, no con el PCCh, pero fue el ejército chino el que tuvo que intervenir para derrotar a los
           estadunidenses en la guerra de Corea. Su hijo Kim Jong-Il y su nieto Kim Jong-un crearon problemas
           inoportunos a Beijing que, pese a sus diferencias con Pyongyang, debe salir a defender a los Kim
           para impedir que los estadunidenses se instalen también en su frontera norte. Con estos jugadores
           de póker blufeadores, arriesgados y de poca experiencia hay que hacer las cuentas al estudiar planes
           y proyectos nacionales. Como en1962, con la crisis de los misiles en Cuba, estamos al borde del
           abismo.
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