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Su propósito evidente era aligerar la espesura de las horas, entretener a quienes participaban de la
           jugada durante la guardia, pero su naturaleza matemática: probabilidad y estadística, y su ejecución en



               parejas, esto es, en equipo, aunados a otros elementos, como la jerga característica del juego, sugieren
           que el dominó en  las carpas del plantón se desarrollaba con tintes de alegoría de nuestra resistencia.
           Veamos:

               Lo primero: la sopa, el movimiento en apariencia caótico de las fichas sobre la mesa, guardaba una
           analogía con el desplazamiento continuo que se vivía en los callejones que delimitaban las carpas, en el
           que lo mismo participábamos los miembros del SME que quienes pasaban por ahí, y que se intensificaba
           a ciertas horas.

               En este mismo sentido (ya hemos dicho que el juego regularmente daba inicio al ocaso), la marcha
           vespertina alrededor de la gigantesca “mesa” del Zócalo, cuyo propósito era mostrarnos a la luz del sol
           por última vez cada día y hacer oír nuestra voz más alto que el barrullo antes de que llegara la noche con
           su silencio, podríamos semejarla a una suerte de señal en la que su conclusión daba apertura a las partidas.
               Una vez levantadas las piezas elegidas (cuando teníamos la oportunidad de elegir), se realizaba el
           recuento de las probabilidades y la formulación y reformulación de la estrategia que los recursos a nuestro
           alcance (la concentración, visión y pericia de la pareja, así como la tirada del adversario) nos permitían
           colocar cuando nos tocaba el turno, a la espera, siempre a la espera si no llevábamos la mano, de la ocasión
           propicia para arrebatar la iniciativa al oponente.

               Para unos más y para otros menos, de acuerdo a la personalidad de cada participante, el lenguaje
           siempre daba espacio para el doble sentido y la expresión jocosa, y algunos términos eran resignificados
           al calor de la contienda; por ejemplo, “la de seises”, la mula más “pesada”, la “caja de refrescos”, la que
           todos repudiaban y de la que buscaban deshacerse (si no tenía cabida en su estrategia), de pronto, por todo
           lo anterior y por ser la más “gorda”, comenzó a ser conocida como la mamá de…¡Caray, adivinaron!: de
           quienes ante su manifiesta ineptitud, intentaban la trampa. Como si de altos o bajos representantes del
           gobierno se tratara, con mayor o menor descaro, no faltaban aquellos que buscaban hacer uso del engaño,
           que de manera sistemática trataban de pasar en falso o que, una vez terminada la mano, al momento de
           contar tenían la administrativa y burguesa costumbre de hacerlo a su favor sin el mínimo decoro.
               En fin, podríamos continuar buscando semejanzas, y tal vez las encontraríamos, pero pasaremos a
           otro de los asuntos entrañables del plantón de 2011: los cumpleaños.

               Lo mismo que en otros plantones, o como en los campamentos que se montaron desde el inicio del
           conflicto para impedir el saqueo de las instalaciones de Luz y Fuerza -el Garitón en Necaxa o el Centro
           de Distribución de Villa Nicolás Romero, por ejemplo-, en el del Zócalo de vez en cuando también se
           entonaban las Mañanitas del taller para celebrar los cumpleaños de algunos compañeros y compañeras.

               Aquel plantón del SME en la Plaza de la Constitución aún no cumplía un mes de instalado cuando, el
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           viernes  1  de  abril,  Yesenia  Valdez  Rocha  (hija  de  nuestra  compañera  Yesenia  Rocha  Soto ),  sus
           familiares, amigos y miembros de la resistencia del Sindicato Mexicano de Electricistas celebramos ahí
           mismo su fiesta de XV años.

               Yesenia, como nos informa su madre, nació el 2 de abril de 1996. Al acercarse sus XV años, antes
           del  decreto  de  extinción,  pidió  que  se  los  celebraran  en  un  salón  de  fiestas.  Anhelo  al  que  nuestra
           compañera accedió gustosa, y que al igual que otros miles de sueños y proyectos se habría venido abajo



           1  Para evitar confusiones, llamaremos Yesenia a la hija y Yesi a nuestra compañera, tal y como la llamamos en la
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           Resistencia.
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