Page 3 - Trastienda #31
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                    E n la última década diversos liderazgos no han sido descifrados; analistas, politólo- gos, periodistas, partidos políticos, entre otros, no acaban de entender como triunfaron estos “sunamis”, derribando reglas, formas de comunicación y protoco- los establecidos. Estos liderazgos lograron su arribo al poder a contracorriente, con un discurso claro contra el sistema y sus operadores políticos por ineficientes y corruptos, comunicándose a las audiencias con lenguaje coloquial y en algunos casos soez, apoyados en un voluntarismo mesiánico, arengando cotidianamente contra las anomalías del pasado. Apoyan su ejercicio en el poder poniendo al centro los desencuentros, situándolos en la agenda, promoviendo una discusión permanente y desgastante, polarizando a las audiencias, jugando a las vencidas y derrotando por cansancio.
Su conversación es maniquea, siempre hay buenos y malos en ella. Los buenos son los que apoyan, los malos, los que se oponen. Esta manera de liderar no busca incorpo- rar en la toma de decisiones a las minorías, no lo ven necesario, ya que apoyan sus decisiones en la legalidad de las mayorías, lectura simple de la democracia; dicen adiós al consenso democrático, que plant- ea la construcción de los puentes necesa- rios para llegar al acuerdo político entre mayorías y minorías. El axioma del consen- so es convencer, no tan solo vencer; en tanto que, el del disenso es vencer, no convencer.
El consenso es concilio, el disenso es conflicto. Este tipo de liderazgos no se plantean al llegar al poder dejar de actuar como oposición, antes, al contrario, siguen actuando desde el poder como oposición. Un ejemplo claro de esto es como el liderazgo más importante del mundo en la era moderna lidera en oposición, a través de twitters, desatando tempestades innec- esarias y contradictorias. La discrecionali- dad de estos líderes emergentes de la era del disenso se apoya en la intuición, olfato,
DISENSO
oficio, astucia, en sobre poner agendas opuestas, una sobre otra para confundir, comunicando verdades a medias y noticias falsas. Al verse acorralados, sin argumen- tos, encuentran en el silencio su refugio. Se apoyan en todo, menos en la sapiencia. Al sustituir la inteligencia por la astucia carecen de una visión estratégica, no establecen un compromiso serio con el futuro, su tránsito en el poder es cortopla- cista, de combustión instantánea; esto explica los apuros y desfiguros en los que a menudo se ve envuelta su conversación.
Los liderazgos de la era del disenso son enfáticos y elocuentes en lo que no se quiere, representan cabalmente al hartazgo, medran con él; condenados a un presente turbulento de altas y bajas; de mucha discusión provocada, con escasos resultados. Un presente de mucho ruido y pocas nueces.
Los que empujamos esta trinchera editori- al advertimos de nuevo nuestra preocu- pación de que este tiempo, resulte ser un tiempo perdido más. Los ciudadanos al ejercer el voto buscamos llegar a acuer- dos, conscientes de que ahondar nuestras diferencias y desacuerdos es un camino que, irremediablemente nos lleva a la confrontación y violencia y, la historia nos ha enseñado que en esta dirección no lograremos avanzar, sino retroceder.
Estos liderazgos de la era del disenso deben entender que los mandatos mayori- tarios son para lograr consensos con las minorías y no para promover disensos y, con aplanadoras, tomar las decisiones.
Ciertamente, la política marca el rumbo de la economía, por ello, el problema que tenemos hoy, más que un problema económico es un problema político. Tene- mos la necesidad de contar con liderazgos democráticos, jefes de estado con altura de miras y egos controlados, en suma, necesitamos en los gobiernos humanistas genuinos.
LA ERA DEL
ENERO 2020
























































































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