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Camino a la Victoria
Dos. Debe haber un sistema de funciones para administrar los asuntos de la iglesia. «Y a
unos puso Dios en la iglesia…»
Tres. Hay más de una iglesia. «Y el Señor añadía a la iglesia…», «os saludan todas las iglesias
de Cristo…» aquí Pablo hablaba de las congregaciones en Roma, «…las iglesias eran
confirmadas en fe…».
Actualmente, cuando usamos la palabra «iglesia», casi automáticamente, pensamos en un
edificio. El señalar un edificio como iglesia tiene dos lados: uno necesario, el otro dañino.
Consideremos primero el lado positivo. Naturalmente que nosotros necesitamos una
estructura para reunirnos, para resguardarnos del viento, la lluvia, el polvo y la nieve.
También, lo necesitamos para protegernos de cualquier distracción y que los creyentes
congregados puedan concentrarse en lo que sucede durante la reunión. Asimismo,
funciona como símbolo físico, visible, del significado de la cruz, para la comunidad en
general.
En los primeros días -es decir, justo después de que Jesús murió y resucitó y volvió a su
lugar original en el cielo- las iglesias estaban en los hogares de los creyentes. Los edificios
grandes, costosos y algunas veces hasta grotescos que vemos actualmente, se hicieron
mucho tiempo después.
Ahora, veamos el lado negativo. Digamos que una familia ha sido salva. Los miembros de
esta familia comienzan a testificar entre sus vecinos y amigos, y el Señor añade y continúa
añadiendo nuevos creyentes. Por un tiempo, ellos se reúnen en sus hogares, visitándose
unos a otros. Pero el número crece tanto que sus hogares resultan muy pequeños para
acomodar a todos los creyentes, en un lugar. Por tanto, deciden construir un edificio para
su iglesia.
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