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Como
continente, gastamos más
en defensa que China y Rusia juntas, pero
lo hacemos
de forma descoordinada e incoherente
cambios en los patrones y en los mer- cados de trabajo, la llegada de las nue- vas tecnologías, el impacto de las redes sociales. Además, la caída del Muro de Berlín ha socavado los cimientos que apoyaron el debate ideológico de nues- tro continente durante mucho tiempo. Si añadimos la crisis de refugiados y la llegada de la violencia extremista, po- demos hacernos una idea del cuadro al que nos enfrentamos.
E.E.: ¿En qué medida la crisis de 2008 ha contribuido a configurar este pano- rama?
N.C.: Sin ella, probablemente Donald Trump no sería presidente ni los bri- tánicos habrían votado a favor de salir de la UE, ni tampoco Beppe Grillo ni el actual elenco de políticos nacionalistas y populistas habrían alcanzado el poder que ahora tienen.
Vivimos en un periodo de transición donde la política del mañana será muy diferente, pues aún seguimos enfrentán- donos a las consecuencias políticas, so- ciales y económicas de la crisis de 2008.
E.E.: ¿Qué podemos hacer al respec- to? ¿Qué papel pueden desempeñar España y Gran Bretaña ante los des- equilibrios en nuestro continente? N.C.: Después de pintar un paisaje pe- simista, quiero pensar que cada crisis ofrece una oportunidad. Estamos en un punto de inflexión entre la desagrega- ción y la renovación de la Unión Europea.
Hay tres áreas donde políticos y pen- sadores tenemos que hacer reformas de renovación. Después de 2008, los
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  La UE debe completar el
proyecto de la Eurozona con una unión monetaria y fiscal, implantar controles eficaces en las fronteras y hacer un esfuerzo colectivo en materia de seguridad
Fotos: Daniel Santamaría
 



















































































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