Page 3 - Sermon 21
P. 3

Sermón 21.
Sobre el sermón de nuestro Señor en la montaña.
Primer discurso.
Mateo 5 versos 1 al 4.
Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos:
Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Nuestro Señor había recorrido toda Galilea, principiando cuando Juan fue puesto en la prisión, no únicamente enseñando en las sinagogas de ellos y predicando el evangelio del reino, sino también sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Como consecuencia natural de esta actividad, lo siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán. Y viendo a las multitudes, que ninguna sinagoga podría contener, aun si alguna hubiera estado a la mano, «subió al monte», en donde había lugar para todos los que venían a él de todas partes. «Y sentándose», siguiendo la costumbre de los judíos, «vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca» (una expresión que denota el principio de un discurso solemne) «les enseñaba diciendo...»
Observemos quién es el que habla para que sepamos cómo escuchar. Es el Señor del cielo y de la tierra, el Creador de todo lo que existe, quien, como tal, tiene el derecho de disponer de todas sus criaturas. El Señor nuestro Gobernador, cuyo reino es desde la eternidad y quien gobierna sobre todos. El gran Legislador que puede hacer ejecutar todas sus leyes, que puede salvar y perder. Sí, puede castigar con perdición eterna de su presencia y de la gloria de su poder. Es la eterna Sabiduría del Padre, que sabe de qué hemos sido formados, y conoce nuestra más íntima naturaleza: nuestra relación con Dios, con nuestros semejantes, y con cada criatura que Dios ha hecho. Consecuentemente, sabe el modo de adaptar las leyes que prescribe a todas las circunstancias en que nos ha colocado. El es bueno para con todos; y sus misericordias sobre todas sus obras. El Dios de amor quien, dejando su eterna gloria, vino del Padre a declarar su voluntad a los humanos y que regresó después al Padre. Quien vino mandado por Dios a abrir los ojos de los ciegos, a dar luz a los que habitaban en tinieblas. Es el gran Profeta del Señor, de quien Dios declaró solemnemente hace mucho tiempo: «Cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta». O, como dice el Apóstol: «Toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo».
Y ¿qué es lo que está enseñando? El hijo de Dios, que descendió del cielo, nos está enseñando aquí el camino al cielo, al lugar que él ha preparado para nosotros, la gloria que tenía antes de que el mundo fuera creado. El nos está enseñando el verdadero camino a la vida eterna, el

























































































   1   2   3   4   5