Page 4 - Sermon 21
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camino real que lleva al reino. Y el único camino verdadero, porque no hay ningún otro—todos los otros caminos llevan a la destrucción. Dado el carácter de quien habla, podemos estar seguros de que nos declarará la completa y perfecta voluntad de Dios. No pronuncia una tilde de más, sino únicamente lo que ha recibido del Padre. No dice demasiado poco, sino que declara el completo consejo de Dios. Mucho menos ha dicho algo equivocado o contrario a la voluntad del que le envió. Todas sus palabras son verdaderas y correctas y permanecerán por siempre jamás.
Fácilmente podemos observar que al explicar y confirmar estas palabras fieles y verdaderas, procura refutar no solo los errores de los escribas y fariseos, es decir, los falsos comentarios con que los maestros judíos habían pervertido la Palabra de Dios, sino también todos los errores prácticos que no van de acuerdo con la salvación y que habrían de ocurrir después en el seno de la iglesia cristiana: todas las explicaciones con que los maestros cristianos (mal llamados) de cualquiera edad o nación habrían de pervertir la Palabra de Dios y enseñar a las almas a buscar la muerte en el error de sus vidas.
Así que, en forma natural somos guiados a observar a quiénes está enseñando. No únicamente a los apóstoles. Si fuera así, no hubiera tenido necesidad de subir a la montaña. Un cuarto en la casa de Mateo, o de alguno de los discípulos, hubiera sido suficiente para acomodar a los doce. No hay razón para creer, por otra parte, que los discípulos que vinieron a él, fueran únicamente los doce. Oi matheetaì autoû, frase que no es enfática, puede entenderse como todos los que deseaban aprender de él. Pero para poner esto fuera de discusión (para hacer evidentemente claro que cuando el evangelista dice «Y abriendo su boca les enseñaba», la palabra les incluye a toda la multitud que fue con él a la montaña) necesitamos observar solamente los versículos finales del capítulo siete: «Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente, oi ójloi, se admiraba de su doctrina (o enseñanza). Porque les enseñaba (a las multitudes) como quien tiene autoridad, y no como los escribas.»
Tampoco fue únicamente a las multitudes que estuvieron con él en el monte a quienes enseñó el camino de salvación, sino a todos los seres humanos, a toda la raza humana, los hijos que todavía no habían nacido—a todas las generaciones por venir, hasta el fin del mundo, que habrán de escuchar las palabras humanas.
Esto es generalmente admitido respecto a algunas partes del discurso que sigue. Nadie, por ejemplo, niega que pobres de espíritu se aplica a toda la humanidad. Pero algunos piensan que otras partes del discurso se refieren únicamente a los apóstoles, o a los primeros cristianos, o a los ministros de Cristo, y que nunca fueron dirigidas a toda la humanidad en general, que nada tiene que ver con estas enseñanzas.
Pero, ¿no sería conveniente investigar quién les enseñó qué partes de este discurso conciernen sólo a los apóstoles, o a los cristianos de la época apostólica, o a los ministros de Cristo? Porque las meras aserciones no son suficientes para probar un punto tan importante. ¿Enseñó nuestro Señor que algunas partes de su discurso no tenían que ver con toda la humanidad? Si tal fuera el caso, sin duda nos lo hubiera dicho; no hubiera omitido una información tan necesaria. ¿Pero





























































































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