Page 6 - Sermon 21
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yo les muestro lo que su alma anhela! Este es el camino que hace tanto tiempo han estado buscando en vano; el camino de las delicias, el camino de la felicidad, de la paz, llena de calma y gozo, del cielo en la tierra y a la vida eterna.»
Al mismo tiempo, ¡con qué autoridad enseña! Bien se puede decir: «no como los escribas». ¡Observen su estilo (que no puede expresarse en palabras), la manera en que habla! No como Moisés, el siervo de Dios; no como Abraham, su amigo; no como ninguno de los profetas; ni como ninguno de humanos. Es algo más que humano; algo más que no puede compararse a ningún ser creado. ¡Revela al Creador de todas las cosas! ¡Siendo Dios, se manifiesta como Dios! ¡Más aun, el Ser de los seres, Jehová, el que existe por sí mismo; el Ser Supremo, Dios que es sobre todas las cosas, bendito por siempre jamás!
Este divino sermón—presentado con el mejor método, pues cada división ilustra el punto anterior—se divide en tres partes principales: la primera, el capítulo quinto; la segunda el sexto y la tercera el séptimo. En la primera se indica, en ocho importantes puntos, el resumen de toda verdadera religión, la que explica y protege contra las falsas interpretaciones humanas en las partes siguientes del capítulo quinto. En la segunda, se dan las reglas de la buena intención que debe acompañar siempre a todas nuestras acciones exteriores, sin mezcla de deseos mundanos o preocupaciones, aun por las cosas necesarias para vivir. En la tercera se dan amonestaciones en contra de los principales obstáculos que la religión encuentra, concluyendo con una aplicación general.
Nuestro Señor da, en primer lugar, el resumen de toda verdadera religión en ocho puntos principales que explica y protege contra las falsas interpretaciones humanas. Esta parte llega hasta el fin del capítulo quinto.
Algunos han creído que estos puntos se refieren a las diferentes etapas en la vida cristiana, los pasos que el cristiano va dando sucesivamente en su viaje a la tierra prometida; otros, que los puntos aquí indicados se aplican en todo tiempo a todo cristiano. ¿Y por qué razón no hemos de aceptar ambas opiniones? ¿Qué contradicción hay entre ellas? Es indudable que tanto la pobreza de espíritu como todos los demás temperamentos que aquí se mencionan se encuentran siempre, en mayor o menor grado, en todo verdadero cristiano. Es igualmente cierto que el verdadero cristianismo principia siempre en pobreza de espíritu y continúa en el orden que aquí se expresa hasta que el hombre de Dios es perfecto. Principiamos con el menos importante de los dones de Dios, pero no es necesario que nos despojemos de él cuando Dios nos invita a ir más arriba; al contrario en aquello que hemos llegado, retenemos firme, proseguimos a la meta, a lo que está delante, a las más ricas bendiciones de Dios en Jesucristo.
El fundamento de todo es pobreza de espíritu. Así que nuestro Señor principia diciendo: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.» No sería impropio suponer que nuestro Señor, viendo a los que lo rodeaban y observando que no había muchos ricos sino, más bien, los pobres del mundo, aprovechó la ocasión para hacer una transición de las cosas temporales a las espirituales. «Bienaventurados», dijo (o felices, como debe ser traducida la palabra, tanto en éste como en los siguientes versículos), «los pobres en