Page 5 - Nuestras Guerras
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GREGORIO. Y no hables así a tu padre. Si fueran otros tiempos, te cruzaría la cara, por holgazán. (En voz más baja, seguro de que Manolo no lo oye) En cambio ahora, lo que he cruzado es la mar. Y no la el mar del retorno victorioso. No. Pero aquí estoy porque tú me lo has pedido. Para ver contigo las calles que dejé en medio de una guerra que quisiera explicarte. Pero tú, ay, hijo, pero tú no tienes tiempo de escucharme, entre farra y farra, y el mal humor de las resacas. Y es verdad, eres joven. ¿Por qué habría de importarte? Manolo, hijo, hay tanto que decir. No, tal vez no mucho, pero sí hay tantas calles que andar juntos. Solamente juntos, para aspirar ese oxígeno, juntos por una vez, coño, Manolito, y que tú entiendas algo de todo aquello. (En voz alta) ¿Te has dormido en la ducha?
MANOLO. ¡No!
GREGORIO. Pues hala, sal pronto, que, además, he comprado el diario y debes saber que, ayer en Taltelolco, el ejército atacó a los estudiantes.
MANOLO. ¿Qué?
GREGORIO. Como te lo decía. Lo que siempre te he dicho. Que los ejércitos no están hechos para ver caminar niñatos por las calles, sino para dispararles.
Manolo, a medio vestir, sale del baño y toma los periódicos.
MANOLO. ¿Por qué, carajos?
GREGORIO. Porque te lo he dicho yo. Y es lo que te hubiera pasado a ti de no haber hecho este viaje.
MANOLO. ¡Hijos de su puta madre!
GREGORIO. Amén. Y acaba de vestirte, que nos esperan el Timoteo y tu primo Pablo. Ves a contarles tu versión de los hechos.
MANOLO (clavado en los periódicos). Ve tú solo. Ya me aburrió el viejo anticuado y stalinista de tu primo Timoteo.
DON GREGORIO. Hombre, sólo porque le gusta la pintura figurativa.
MANOLO. Si quiere le hago carteles contra Franco, pero que me diga en qué movimiento está. No que nomás suspire por su guerra.
DON GREGORIO. Que es la mía.
MANOLO. Y la mía también, pero no se acaba en suspiritos. Y luego el electricista ese, dizque muy proletario, pero bien aburguesado el cabrón ...