Page 173 - Secundaria - Comprometid@s con la Historia de México - 3er Grado
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                           consiguió apresar a Madero y al vicepresidente, José María Pino Suárez (1869-1913); cinco días después, los mandó asesinar.
Huerta asumió entonces la presidencia de la República y, tal como lo habían pronosticado los estadounidenses, estableció una dictadura. ¡Y no hacía ni tres años que se había iniciado la Revolución en contra de la dictadura de Díaz! Huerta se volvió incluso más represor que Porfirio Díaz mismo. Como la Cámara de Diputados se oponía a su gobierno autoritario, mandó arrestar a 83 diputados y, posteriormente, disolvió el Congreso. Además, mandó asesinar a muchas personas que lo criticaban. Como imaginarás, nuevamente se generó un enorme descontento en prácticamente todo el país. La gente consideraba a Huerta un usurpador, es decir, alguien que se había apropiado de algo que no era suyo: nada menos que de la presidencia que Madero había ganado por mayoría de votos. Huerta aumentó el gasto militar y endeudó más al país. Aunado a esto se generó gran inflación y el tipo de cambio del peso pasó de dos pesos por dólar en febrero de 1912 a casi cuatro en agosto de 1914. La falta de recursos obligó al gobierno de Huerta a suspender el pago de la deuda externa en mayo de 1914. Eso fue grave pues el país ya no pudo recibir préstamos extranjeros por varias décadas.
 Los zapatistas y el Plan de Ayala
Desde el gobierno interino de Francisco León de la Barra (como sucesor de Porfirio Díaz) y después durante el gobier- no de Francisco I. Madero, Zapata se negó a desarmar a sus tropas, según lo acordado por los Tratados de Ciudad Juárez, si antes no se repartían las haciendas entre los campesinos.
Esto dio lugar a que Francisco León de la Barra, presi- dente interino, considerara a Zapata bandido y rebelde, y a que mandara combatirlo a los generales Victoriano Huerta y Aureliano Blanquet. En agosto de 1911, Madero trató de entrevistarse con Emiliano Zapata en Yautepec, pero la difí- cil situación política del presidente le impidió responder tal como quería Zapata. Constantes negociaciones fallidas y el crecimiento y expansión del movimiento agrario fortificaron a los zapatistas en Morelos, Guerrero, Tlaxcala, Puebla y en las cercanías del Distrito Federal. Reunidos en Villa de Ayala y en espera de una conferencia con Madero, los zapatistas fue- ron puestos en alerta ante un repentino ataque de las fuerzas federales, por lo que Zapata ordenó el repliegue de sus tropas a territorio poblano, para no ser emboscado por el ejército.
Entonces Zapata, en un serrano poblado llamado Ayoxus- tla, se levantó en armas proclamando el Plan de Ayala. En este documento, redactado con ayuda de dos asesores suyos (el pe- riodista Gildardo Magaña y el maestro rural Otilio Montaño), Zapata demandaba la restitución de tierras a los campesinos de varias comunidades del centro del país. El lema del plan de Ayala fue “Tierra, justicia y ley”.
Figura 4.7
La fotografía es una fuente valiosa para comprender un proceso histórico. ¡Pero hay que saber mirarla críticamente! Observen con cuidado esta imagen tomada en Morelos. En grupo deduzcan lo que les dice sobre la participación de la mujer en la Revolución. Comenten, bajo la guía de su profesor,
si esta postura concuerda con lo que ustedes saben sobre el tema de la mujer en la lucha armada.
         Su carisma de líder lo convirtió en uno de los principales personajes de la historia de nuestro país, en un modelo al cual se recurre constantemente cuando se protesta contra la injusticia.
Carrancistas y villistas
A partir del golpe militar de Huerta, la lucha revolucionaria entró en una nueva fase que se caracterizó por una violen- cia creciente y porque el norte del país ocupó un lugar predominante en la guerra. Esto no es de extrañar pues lo que se intentó frenar con el pacto de Díaz y Madero —que estallara la violencia en un país de grandísimas desigualdades y diferencias económicas y políticas— ya se había desatado. Por su cercanía con la economía estadounidense, el norte tenía muchos trabajadores dispuestos a enlistarse a los ejércitos revolucionarios y una extensa red ferroviaria para mo- vilizarlos.
Francisco Villa (Doroteo Arango, su nombre verdadero) representaba a un grupo de las clases populares. Había sido peón de hacienda, minero, comerciante y ¡bandido! Se hizo revolucionario para luchar por causas que consideraba justas. No entendía de leyes, y su genio militar era un talento natural impresionante. Cuando se incorporó a la Revo- lución no sabía leer.
Los villistas eran de origen diverso; algunos eran campesinos apegados a sus tierras, otros eran arrieros, otros obreros y muchos rebeldes, de la región de Chihuahua tanto de origen rural como urbano. Entre las filas villistas de la
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