Page 91 - Las ciudades de los muertos
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parece un lugar lógico por dónde empezar. Después emprenderemos la ruta hacia el
           sur, pero por lo pronto nos dirigimos al delta —añadí esto último con doble intención.
               —Pero Howard… —tomó un largo trago de coñac—. La pirámide de Atribis no

           es más que un montón de piedras. Nunca ha sido excavada y ni siquiera se sabe quién
           la mandó construir.
               Se inclinó hacia adelante para examinar el grabado con más atención. Se veía una

           pequeña pirámide escalonada, con la cara este derruida.
               —Todo eso ya se lo he contado, pero insiste —intenté que mi tono de voz sonara
           acusador—. Dice que tú le aseguraste que podía ser un proyecto valioso.

               —Y supongo que lo sería, pero sin embargo…
               Ambos examinamos el grabado sin intercambiar palabra. Yo había oído hablar de
           Atribis, incluso sé que existen las ruinas de la ciudad, pero, tal como había constatado

           Maspero, es una visita que se aparta bastante del recorrido arqueológico habitual.
               —Parece tosca —intervine—. Debe datar de un período muy temprano, anterior

           incluso a la pirámide truncada de Sakkara, ¿no crees?
               Maspero frunció el entrecejo.
               —¿Antes de la auténtica «Edad de las Pirámides»? Generalmente se la sitúa en la
           V o la VI dinastía.

               Volví el libro hacia mí.
               —Probablemente todos los faraones de esas dinastías conocían ya lugares donde

           reposar.
               Maspero se echó a reír.
               —¡Ah,  Howard!  Te  gusta  más  fantasear  sobre  egiptología  que  los  detalles

           convencionales. Eres el guía perfecto para Henry Larrimer.
               Aquello me puso a la defensiva.
               —Sólo sugería…

               —Que la construcción de la pirámide fue ordenada por un faraón en una época en
           que todavía no se construían pirámides. Sí, exactamente.
               Sus palabras me hacían sentir como si estuviera poniéndome a prueba.

               —Si  puedes  aceptar  sin  más  que  bajo  el  mandato  de  Zoser,  un  rey  de  la  III
           dinastía,  se  inventó  un  día  por  las  buenas  la  pirámide,  ¿por  qué  no  crees  en  la
           posibilidad  de  que  el  descubrimiento  lo  realizara  otro  rey  desconocido,  un  par  de

           generaciones antes?
               Maspero tomó otro sorbo de coñac.
               —¿Qué pruebas tienes, Howard? ¿Dónde están las inscripciones que sostienen tu

           teoría?
               Me volví a sentar.

               —¿Dónde están las inscripciones que sostienen cualquier otra teoría? Recuerda
           que no se ha llevado a: cabo ninguna excavación en esa pirámide.




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