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En la entrada de «alma» se insertaron las definiciones
clásicas y autorizadas de Platón, Aristóteles y San
Agustín. Pero, hábilmente, aunque para refutarlas,
también añadieron las de otros intelectuales más
«discutidos» como Epicuro, Hobbes o Spinoza. Esas
citas acabaron con la supremacía de la religión.
Obviamente, tuvo muchas críticas –fue prohibida por
la Inquisición– y desde la monarquía y el clero se
presionó a los editores para que cambiaran su
actitud. Pero la burguesía, que era quien compraba la
enciclopedia, quería más ciencia y tecnología y
menos teología. Eso propició la caída del Antiguo
Régimen.”
(QUIAN Y ELÍAS, 2017, P.88)