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siempre dispuesto a curar cuando corresponda y a dar apoyo desde esta SIEMPRE HAY UNA PRIMERA VEZ EN
otra perspectiva cuando no sea posible; es decir, servicio constante al MEDICINA…
prójimo, sin que importe la rama o la “superespecialización” obtenida.
El foco debe dirigirse a aliviar el miedo o la desesperación, con el fin de
que el paciente se vaya satisfecho, confiando y vuelva pronto. De tal ma- Desde niña, mi familia me sugirió que piense en qué iba a ser “de
nera, la medicina no es solamente ciencia, sino que también, y sin duda, grande”. Mientras en la escuela, ninguna de mis compañeras sabía a qué
es un arte.
se dedicaría el resto de su vida, yo lo tenía tan claro como el agua: quería
ser médico. Durante el colegio, mi anhelo se reafirmaba y comprendí, sin
darme cuenta, que mi nueva vida estaba a las puertas. Al entrar a la uni-
Autor: Md. Paul Arcos V.
versidad las cosas se complicaron, como pasa siempre, y muchas veces
me arrepentí de haber tomado esta decisión. Quería a toda costa “tirar la
toalla” ante alguna dificultad, pero con el transcurso de las horas más el
retorno de la calma, me volvía a enamorar de la carrera soñada.
Varios conocidos, mayores, me aconsejaban respecto a la cotidianidad
además de la respectiva recomendación de libros; incluso me preparaban
para lo que vendría en los siguientes semestres. Volvían a aparecer la
duda, el miedo, la incertidumbre y la curiosidad; emociones sinfín que,
al experimentarlas en el momento preciso, se transforman en certeza,
aprendizaje, descubrimiento y crecimiento personal y profesional.
Aunque es un camino difícil, es importante recordar que nadie, ab-
solutamente nadie, nace con todo el conocimiento. Todo corresponde a
un proceso y en esta carrera muchísimo más, con paciencia, donde es
imperativo aprender algo nuevo cada día. Sin embargo, lo que marca
la vida del médico es cuando se enfrenta a la Primera Vez de algo que,
hasta cuando sucede, solo lo conoces por teoría, referencias o acaso una
mirada lejana. Ese momento se queda guardado para siempre en la mente
y el corazón; se vuelve un recuerdo imborrable y vale recalcar que hay
muchas primeras veces dentro de este camino. A continuación, la más
importante para mí.
La cronología de la historia marca dos momentos: el personal, cur-
sando octavo semestre de la carrera, en un importante hospital de Quito;
y el nacional, con los debates gubernamentales correspondientes a la
integración de la práctica médica al un código penal. Esta conjunción
de instantes significó que yo, al igual que todos los que estaban en las
mismas condiciones en territorio nacional, nos viéramos afectados en
el aprendizaje. ¿Por qué? Porque los médicos tratantes evitaban que los
estudiantes realicemos prácticas, o que hagamos procedimientos com-
plicados, ya que no querían arriesgarse a que algo salga mal y, en con-
secuencia, responder ante la justicia por ello. De tal manera, únicamente
podíamos tener conocimientos mediante clases teóricas o permanecer
como observadores.
En el mismo sentido, tiempo después, se recibió la comunicación de
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