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a atender pacientes bajo la rigurosa supervisión del médico tratante. Tam-  rentes grupos etarios. Sí, encontré adversidades y retos mientras trans-
 bién hubo gratos momentos, junto a los compañeros de trabajo, los cuales   currió el año, sin embargo, lo que se mantuvo constante todos los años
 siempre estuvieron prestos a ayudar y apoyar ante cualquier adversidad   fue la presencia familiar al pie del cañón, con el firme objetivo de mante-
 que se me presentó en el camino.  nerme fuerte y motivada para seguir, sin parar.
 Una vez finalizado el primer día como interno de medicina lo más   ¿Y ahora qué?, ¿Posgrado? y así el ciclo iniciará una vez más, como
 reconfortante, y que me llenó el corazón, fue reconocer que estaba ayu-  antes y como siempre. Este durará más tiempo, cuando la oportunidad se
 dando a los pacientes; asimilando e incorporando, paso a paso, nuevos   presente, luego de todos los esfuerzos realizados y una pizca de suerte
 conocimientos y destrezas en vivo. Llegar a casa, donde mi familia me   que acompañe para conseguir el cupo. Lo que no cambia, es que el prin-
 esperaba ansiosa para saber cómo me fue, luego del amoroso abrazo res-  cipal impulsor es la familia. Estuvieron siempre y esta vez no será la
 pectivo, fue el corolario perfecto para esta primera experiencia.   excepción, ya que cumplir las etapas del camino para conseguir que el
 Y llega el segundo, el tercero, el quinto, y toda la serie de trescientos   sueño se haga realidad, siempre fue una actividad compartida, no solo
 sesenta y cinco días, en los que las costumbres propias y familiares cam-  mía.
 biaron, como producto de la adaptación a esta nueva realidad. Los seres
 queridos se acostumbraron a los horarios de guardia, post guardia, y en-  Autora: Md. Paulina Jaramillo
 tendieron que al llegar a casa lo único que quería era descansar, dormir
 bien, para repetir el mismo proceso al siguiente día, con la misma ilusión
 ante el camino elegido.
 La  correlación  descrita  en  párrafos  anteriores  también  aumentó  su
 complejidad conforme pasó el tiempo de estudio y preparación. Digo
 esto porque las llamadas de la familia, cargadas de fe y confianza en
 mis capacidades, se convirtieron en consultas más serias, desde una tos,
 dolor de cabeza, fiebre, etc. A la par, empezaron a recomendarme a las
 amistades y a los vecinos; es que, sin duda, el marketing familiar es el
 mejor de todos, sin costo, y lleno de fe, el mismo que se potenció muchí-
 simo luego de haber estado presentes en el programa de imposición de
 mandiles. Recuerdo a mi abuela llorando de la emoción y entre bromas
 diciéndome que ya se podía “enfermar en paz, porque ya tiene un médico
 en la familia”.
 Superada la graduación como médico, llegó el momento cumbre, el
 que marcó la historia y la vida: el sorteo del año de la Medicina Rural,
 evento que vino cargado de expectativa, ansiedad, miedo, duda, debido
 a que el lugar en el que correspondía ejercer podría ser un misterio en sí
 mismo, tanto por su ubicación como por las condiciones e infraestructura.
 El otro lado de la moneda, es que podía ser en la misma ciudad, cerca de
 la familia y que así sea mucho más llevadero por cualquier eventualidad.
 En mi caso ocurrió lo segundo, lo que me permitió afrontar ese nuevo año
 desde otra perspectiva, recordando que si necesitaba algo, estaba a veinte
 minutos de tiempo de la casa de mis padres.
 En cualquier caso, y sin duda alguna, la experiencia como médico
 rural fue enriquecedora, tanto a nivel personal como profesional, dado
 que me permitió conocer la realidad de una comunidad, saber sus forta-
 lezas y debilidades, y trabajar arduamente por el bienestar de sus dife-

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