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conocía la evolución del embarazo. Por cierto, era su segunda gesta, pre-                 misma. Sí, era una lucha de principios éticos respecto a los aprendidos en
            sentaba una labor de parto 10/10 en la escala del dolor, sin ningún fami-                 la escuela de medicina, en relación con los que la circunstancia me puso
            liar o acompañante. En un instante, se puso de rodillas y rompió fuente,                  delante, en vivo. No los había entendido en su totalidad, hasta allí. Incré-
            mojando el pantalón en su totalidad; no se diga más, estaba lista para                    dula ante lo sucedido, me acerqué al pequeño paciente, y el especialista,
            traer una nueva vida al mundo y el tiempo corría.                                         quien siempre fue guardián de mis reacciones, me ayudó a descubrir que
                                                                                                      los detalles proporcionan respuestas ante lo desconocido. De tal manera,
               Con el nerviosismo a pedir de boca y la mente en blanco, mi sexto
            sentido se apoderó de la situación y junto al personal de enfermería y una                reconocí que una fascie sindrómica marcada, nunca tiene nada bueno por
            auxiliar, levantamos a la mujer que, en cuestión de minutos, nos emba-                    detrás para su diagnóstico definitivo; el pequeño no tenía abertura en su
            durnó con líquido gástrico, por la intensidad de su dolor. Empezó a pujar                 tráquea y tampoco pabellón auricular, su puente nasal era grueso, la caída
            en contados segundos, mientras que la acrobacia de acostarla, cambiarla                   de sus párpados y su cara pequeña eran inolvidables, entre otras caracte-
            y correr hacia el quirófano destinado a atender partos, se convirtió en                   rísticas. Entendí cuál había sido el ciclo de ese día. Que en paz descanse.
            un absoluto desafío; la adrenalina y rapidez con la que me cambié fue                       El amanecer había arribado, entre la pena, la tristeza, el esfuerzo, el
            impresionante, sintiendo la desconexión con la realidad externa, con mi                   mal sabor de boca ante lo vivido. ¿Qué venía por delante? La vida misma,
            cerebro y su magistral desenvolvimiento enfocado en lo que sucedía: es-                   que debía seguir su rumbo, tanto la mía, como la de aquella joven madre,
            taba lista para dar guía a un proceso natural.                                            la del especialista, la de todos. Sin duda, una gran lección a mi costado,
               Es hermoso como la vida florece por sí sola y estuve presente de inicio                a raíz de la decisión tomada para el resto de mi vida; es decir, esta pro-
            a fin; viendo como su coronilla delataba aquel momento, recibí a un bebé                  fesión. Puedo ser dueña, igual que Usted que lee esto, de todo el cono-
            maduro, de talla larga, con abundante pelo a su alrededor. ¡Bello! Su                     cimiento, técnicas, etc., pero no de la decisión sobre quien vive y quien
            pequeña mano se aferraba a la vida, y el primer grito de llanto fue in-                   muere; por lo tanto, con mi deidad somos imparables, pero sin Él nada. Él
            descriptible, nada parecido a lo que había escuchado durante la pasantía                  es quien decide. Entonces, Usted y Yo, seremos estudiantes toda la vida.
            por obstetricia. No obstante, mi alarma cerebral me gritaba problemas,
            por lo que separé al niño de la madre, rumbo directo a la incubadora, en
            la que dejó de respirar. Ejecuté raudo escaneo y examen físico, ante la
            posibilidad de un paro cardiorrespiratorio, por lo que la desesperación                                            Autora: Adriana Campoverde Ávila. MD.
            tomó cabida.
               Mientras daba órdenes, en voz alta, a la enfermera y auxiliar, no lo-
            graba que el algoritmo de RCP funcione. Al mismo tiempo me convertí
            en emergencióloga, obstetra, pediatra, anestesióloga, y por más que hice                    “Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, solo en medio del
            todo, los protocolos no daban resultado, su corazón no reaccionaba, no                    egoísmo humano. Ni siquiera encontrarás apoyo entre los médicos, que
            sentía su respiración y la muerte llevaba la delantera. Por muchos mi-                    se hacen sorda guerra por interés o por orgullo. Únicamente la con-
            nutos, entre impotencia, frustración e impaciencia, me aferré a él como                   ciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas. Piensa mien-
            si fuera mío, luchando por traerlo de nuevo, repitiendo una y otra vez lo                 tras estás a tiempo; pero si indiferente a la fortuna, a los placeres de la
            que la medicina me había enseñado: a no rendirme, a darlo todo para no                    juventud; si sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes
            perder la partida. A primera hora de la madrugada una mano fuerte y vieja                 un alma bastante estoica para satisfacerse con el deber cumplido sin
            tocaba mi hombro, acompañada de una voz que me decía que me de-                           ilusiones; si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una
            tenga, que no había nada más que hacer y de forma imponente me obligó                     cara que te sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo
            a separarme de él, declarando su deceso. La muerte me ganó, pese a mi                     a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre,
            incansable pelea; ella triunfó por primera vez en mi carrera profesional.                 penetrar todo lo trágico de su destino, ¡hazte médico, hijo mío!”

               Con el alma partida, no pude acabar de atender a la madre, por lo                        Esculapio.
            que el especialista de apoyo término la labor, compartiendo ese dolor
            tan ínfimo que nos llegó. No entendía como un colega, con frialdad, se-
            guridad y decisión me dijo que me detenga; sí, él también estaba ahí en
            primera fila para darme esos consejos, no solo los de la práctica en sí
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