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le digo que haga dieta...pero ¡qué bueno que cocina!”. Con una sonrisa,                     Había mucha paz en las largas
            admitió que no cuidaba su alimentación por ese mismo motivo, al haber                     caminatas en medio de los arro-
            aprendido a cocinar delicioso.                                                            zales, donde a lo lejos se distin-
               Cuando visité el sector más alejado del Centro de Salud, me sorprendí                  guía  una  casa.  Realmente  pude
            al encontrarme a una pequeña paciente. Ella era una de mis niñas con                      disfrutar esos momentos  de so-
            desnutrición crónica; además a sus casi tres años, no hablaba ni caminaba                 ledad durante mi rural.
            y su madre me expresó que daba claros signos de ataques de irritabilidad,                   A partir del año 2018, formé
            golpeando su cabeza contra el suelo de la casa. Al entrar al domicilio, vi                el  Club  de  Adolescentes.  La
            el suelo lleno de moscas y la familia conviviendo normalmente en ese                      mayoría  de los jóvenes ya me
            ambiente. Me sentí tan impactada de verla acostada, sobre un fino col-                    conocía por las veces que había
            chón rodeada de todo ello.                                                                visitado  sus casas  y  escuelas.
                                                                                                      Realizamos  actividades  como
               Durante  los siguientes  meses, insistí  para  que ella  y su hermano
            acudan a sus controles, y logré que sea revisada por un Pediatra. Alcanzó                 charlas  educativas,  juegos lú-
            su peso adecuado y su madre expresó que había notado cambios en su                        dicos y me ayudaron con plantas,
            comportamiento general. Mi último recuerdo de ella es escucharla decir                    a complementar el huerto medi-
                                                                                                      cinal del Centro de Salud.
            “Mamá” y verla caminar hacia su madre.
               Hubo dos familias a las cuales, para mí, era un gusto poder visitarlos,                  Muchas de  las experiencias
            más allá de la generosidad con la que me recibían, su bondad me impul-                    que  viví  en mi  año  rural  me
            saba a querer ayudarlos todavía más.                                                      sirven en mi vida cotidiana como
                                                                                                      médico  general  en formación
               La primera era una familia pequeña, que siempre me recibía con una                     continua. Todos los que la hemos
            bendición y un beso bien dado en la mejilla. Con gusto iba mes a mes                      vivido sabemos que no es un ca-
            a realizarles controles de salud, y a dejar la medicación que requería el                 mino de rosas, pero lo que perma-
            mayor de ellos, pues tenía una afección cardíaca.                                         nece son las enseñanzas.

               No faltaba que, a mi paso por su casa, tuviese que retornar con cui-                     Me gustaría  que, a pesar del
            dado pues me obsequiaban huevos envueltos en algún periódico o papel                      esfuerzo que conlleva, al médico rural se lo valorase mucho más, pues
            que encontraban. Más allá de los pequeños regalos, me llenaba de gozo                     hemos llegado a lugares donde no todos van.
            conversar con ellos.

               Una de las hijas tenía una discapacidad física, pero eso no le había
            impedido ser activa y feliz. Creo que las cosas que aprendí a admirar de                                                Autora: Md. Carolina Caicedo Lara
            ellos fue el hecho de que ninguna adversidad los desanimaba.
               La segunda familia, vivía muy cerca así que era el primer sector que
            solía visitar en el mes. Tenían unos perros, que varias veces me hicieron
            correr, por el miedo a ser atacada. Era un caserío cercano al río, así que en
            ocasiones me iban a recoger en canoa. El mayor de ellos se convirtió para
            mí, en un abuelito que Dios me había regalado. Siempre con una palabra
            de ánimo y una sonrisa de alegría genuina al recibirme.
               Él y su esposa son bastante mayores, a cargo de dos hijos con discapa-
            cidad. Aunque para algunos eso podría sonar como algo pesado, el amor
            y la paz que en esa casa se vivía, no podría ser más que un regalo divino.
            Fue la última familia que visité antes de acabar mi rural y es a los que
            quisiera volver a ver en una próxima ocasión.
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