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epiléptico, que superó los treinta minutos de extensión, lo cual significó                lo que permite apreciar y aprender de cada momento, por retadores y
            que sea entubado y sedado. Además, le realizaron algunos exámenes in-                     oscuros que estos sean. Es la vida.
            dispensables hasta derivarlo, debido a la complejidad de su estado. Y
            en efecto, traía consigo una tomografía cerebral contrastada, donde se
            evidenciaba la presencia de un probable craneofaringioma.                                                    Autora: Md. Daniela Abigail Gervacio Fonseca.

               Un craneofaringioma  es un tipo de tumor cerebral,  benigno, poco
            frecuente, de crecimiento lento, y puede afectar la función de la hipó-
            fisis como otras estructuras cercanas del cerebro. Se puede presentar a
            cualquier edad, pero con mayor frecuencia ocurre en niños y en adultos
            mayores; y, mientras más temprano sea su detección el pronóstico será
            mejor. Con tristeza, este no era el caso.

               Debido a la situación, llamé de inmediato al médico tratante y le in-
            formé del caso de manera integral, quién llegó lo más rápido que pudo
            al hospital. Ya en el sitio, solicitó a los médicos de emergencia, el retiro
            paulatino de la sedo-analgesia para valorar la condición real del joven, y
            según eso evaluar si se pudiera hacer algo más al respecto o los pasos a
            seguir. Tiempo después no había nada más; se fue.
               ¿Y su madre? ¿Cómo decirle? Para el efecto, todos los del servicio
            nos juntamos para comentarle del cuadro, con todos sus hallazgos, y los
            pasos dados con todo el esfuerzo para salvar la vida del muchacho. Fue
            una noticia desgarradora para la compañera, quien, en su corazón, ya
            había sentido que a su hijo le sucedió algo que no era nada bueno.
               Ese golpe tan duro me hizo pensar en la importancia de la vida, junto
            a la impotencia de no haber podido hacer más por él. ¡Ojalá hubiera lle-
            gado una hora antes! En la vorágine de sentimientos que acompañaron
            las varias reflexiones, llegué a preguntarme si de verdad quería esto y si
            la medicina era para mí. Fue ahí cuando Dios me tocó el corazón y me
            dio el valor de entender por qué elegí esta profesión.
               En el ejercicio de esta vocación hay muchos días realmente tristes,
            frustrantes, y duros, en los que una palabra de alivio o un simple abrazo
            podrían hacer la diferencia; sin embargo, en ocasiones y en soledad, no
            queda alternativa más que respirar profundo, recargar las fuerzas y seguir
            trabajando.
               A ese día jamás lo olvidaré. Experimentar una situación así, al tener
            como paciente al hijo de una amiga, y ver su impotencia humana cubierta
            de incondicional e infinito amor, es algo que me marcó para siempre. Al
            sol de hoy sus palabras todavía resuenan en mi mente y en mi corazón:
            “Dios hizo que mi hijo venga hacia mí para poder despedirme de él,
            abrazarlo, darle un último beso y tomar sus manos”,
               Los médicos no podremos ayudar a los pacientes en todos los casos,
            pero sin duda siempre haremos lo mejor por ellos y su familia. Eso es

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