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caminar de un lado a otro; estoy agotado a esta hora del día, pero un “Gra- queridos, por fin llego a casa, donde espero dormir unas horas, porque
cias Doctorcito” del paciente que acabo de atender me permite vencer tengo que levantarme pronto para poder compartir un instante con mi
el agotamiento, el estrés, el miedo y toda sensación de debilidad. Es la familia, ya que después tendré que regresar a vivir un día más en esa gran
misma sensación al escuchar la sonrisa del pequeño que sintió cosquillas y fría sala del hospital.
al momento de auscultar con el fonendoscopio su pequeño y sincero co- Ser buen médico no es solamente superar el cansancio y comer a des-
razón, o al oír el latido del paciente que entró en paro y logré reanimar, horas, sino que implica la superación constante de límites y problemas,
y el llanto de felicidad de la madre cuyo parto fue difícil, Y por supuesto pues estas son las cosas que se viven en un turno completo.
hay muchas más razones que impulsan en este diario camino. Llenos de
esperanza de recibir una buena noticia, algunos encuentran en los mé-
dicos un amigo; otros, el malo, el desconsiderado, el que no lo atiende, el Autor: Md. David Sánchez Jaya
indolente, el insensible, en fin.
Y sin darme cuenta cae la noche. El “tic tac” del reloj relata que al-
gunos turnos se hacen eternos; va pasando y el cansancio tiende a con-
vertirse en sueño, y hay varias de ellas en las que es imposible cerrar los
ojos, mientras en otras es permitido tomar unos minutos para relajar la
mente, el cuerpo y el alma. No obstante, siempre alerta a cualquier even-
tualidad de la larga, fría y sorprendente jornada.
Está cerca el amanecer; el cansancio vigila mi trabajo, apoderándose
de mi rendimiento cognitivo y desempeño motor; esto incrementa el
riesgo de cometer errores por la limitada capacidad de pensar con cla-
ridad, reaccionar con rapidez y crear ideas, esto debido a la fatiga y la
sobrecarga de sueño. ¡Es un reto!; sin embargo, las emergencias no paran
y hay que realizar adecuadamente todos los pendientes para la entrega
del siguiente turno.
Cuando estudié en la Universidad el capítulo de la deprivación del
sueño, no pensé que yo iba a ser parte de ese mundo; ignorando las des-
ventajas que provocaba en la salud, se hizo parte de mi vida y de mi
trabajo. Hoy, cuando vivo esta realidad, es absolutamente desafiante; sin
embargo, la responsabilidad por salvar vidas está por encima de cual-
quier circunstancia.
Mientras se acerca la hora de salida estoy más agotado; el cansancio se
apodera de mí, las evaluaciones médicas son un papel con garabatos, mis
ojos ya no resisten el agotador turno, y la cabeza tambalea de un lado para
otro. Al momento que el cielo está resplandeciente vienen a mi mente
sentimientos aliviados, ya que se acerca la hora de volver a casa, con la
satisfacción de haber cumplido con el deber, luchando una terrible guerra
con la muerte; y aunque todos los días no son así, en algunas ocasiones
la muerte saldrá victoriosa a pesar de todo el esfuerzo. Y cuando esto su-
cede me pregunto: “¿Pude hacer algo más por el paciente?” La muerte de
una persona a quien se le entrega cuidado y tratamiento es dolorosa, pero
hay que entender que la vida tiene buenos y malos momentos.
Tras más de veinticuatro horas fuera del hogar, alejado de mis seres
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