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‘’Así es que te hago una paella, sin tener tiempo. Porque yo no tengo tiempo. Y me tiras a mierda’’. Yo, que casi no podía hablar: ‘’No, chico. Tú sabes lo que pasa...’’ El me interrumpía: ‘’Lo que pasa es que hay que ser agradecido. Yo compré un tocacintas que me costó carísimo, para que todos te oyeran en la cocina.
Ven un momento conmigo para que lo veas. Quítate todas esas mierdas que tienes en los brazos y baja conmigo pa’ que sepas que no te digo mentira. ¿Cómo le digo yo a esa gente ahora que no quisiste comerte la paella?’’ Fue una experiencia extraordinaria.
Después que pasó todo, me puse a pensar en lo diferente que hubiese sido, si el camión llega a matarme. Como los cubanos somos tan apasionados, alguien al dar la noticia, hubiera dicho: ‘’Basado en lo que Álvarez-Guedes hizo por el idioma cubano, ya que dio a conocer a nuestros hermanos de Hispanoamérica, palabras tan importantes como comemierda y cagalitroso, no nos sorprendería que el chofer de ese camión que lo atropelló, estuviera actuando bajo las órdenes de los que en Miami están en contra del idioma español’’.
Tampoco faltaría desde luego, alguna madre, que para tratar de que su hijo pequeño no fuera un malhablado, le dijera al oírse en la casa la noticia de que el camión me había matado: ‘’¿Tú ves? Eso le pasó por decir malas palabras’’.
Y claro, como cuando uno se muere es bueno para todo el mundo, hasta para sus enemigos, algún hijo de puta, que ahora, cada vez que tiene una oportunidad, habla mal de mí, escribiría muy hipócritamente: ‘’Aunque nunca estuve de acuerdo con su manera de hablar o de escribir, he sentido mucho lo de su accidente’’. Afortunadamente no fue así. Sigo vivo. Así es que se jodieron.
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EL HUMOR ES UN REMEDIO III