Page 158 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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igual se va a meter al cine con algún paisa de aquellos
que llevando años en el norte aún les resta lo suficiente
de huaso acampao como para entrar muy satisfechos a
la sala con sus sombreros de paja metidos hasta las
orejas y corcovear de puro gustito ante el trote remolón
de una nerviosa yegua colorada, sin reparar para nada
en la pierna larga y a veces tecnicolormente rosadita de
la preciosidad de amazona que la monta, amazona que
bien puede ser la misma que en una escena de otra
película (¡son tantas las que ha visto, caramba!) le da
calabazas al pobre de Miguelito, y en donde él,
despechado (“picado el huevón porque la huevona lo
miró como las huevas”, como diría el deslenguado del
Cabeza con Agua contando la película en la mesa de un
rancho) y con todo el sentimiento que es capaz de
chorrear su sentimental corazoncito ranchero, le dedica
esta misma canción que, ahorita mismo, con su
inconfundible voz de gorrioncillo pecho amarillo,
comienza a cantar por los parlantes polvorientos del
Copacabana, canción que no es otra que Ella, una de
las más inspiradas creaciones de José Alfredo Jiménez,
cuyos primeros versos, apasionados hasta más allá de
la muerte, le hacen llenar de nuevo el vaso de vidrio
barato y —pizca de masoquismo indispensable para
adobar el vino solitario— sumergirse de cabeza en las
averdinadas tinajas de su memoria en busca de algún
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