Page 154 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
P. 154
del local vacío resuena lo mismo que si al cristiano me
lo estuvieran capando a sangre fría, paisita, o como si
una mano de mujer caliente, urgida, salvajemente
efusiva la hembra, que sí las hay, paisa, por las
recrestas, se lo dice el Viejo Fioca, le estuviera
oprimiendo voluptuosamente uno o los dos
compañones a la vez, grito lindo que tiene la virtud de
transportarlo hasta los parronales mismos de la
santísima gloria, de espeluznarle, de ponerle la carne
de gallina, de encenderle mágicamente otro de sus
Libertys arrugados y, milagro de cada día, hacerle
levitar hasta la mano, cual prístino cristal santificado,
el infecto vaso empañado de grasas digitales y
cagarrutas de moscas que, de un envión impecable,
olímpico, trasluciéndosele el vinito por el pellejo
tornasolado de su perigallo trémulo, se manda hasta
atrás, hasta el concho, hasta verte, Jesús mío, hasta las
mismas recachitas se manda, y entonado entonces,
resuelto, lírico, masticando con fruición el abyecto
saborcito del vinacho —latigudo como chicle de
velorio el bestia— que lo hace resoplar como un
caballo viejo, se va imaginando a Miguel achamantado
al pie de un balcón anochecido, dedicándole flor de
serenata a una muchacha que en camisón de dormir,
ensayando candidos mohínes de mosquita muerta, pero
reprimiendo el orín de puras ganas la guachita, paisa,
6