Page 124 - VEJIGANTES FINAL JUNIO 2013 MASTER PARA TIENDA EC1
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Francisco Arriví                                     VEJIGANTES

                                    CLARITA
                                  (Suavemente.)
                                   Por su hija...


                                 MÁMA TOÑA
            A su hija por poco la enreda con el diablo... Te digo que si no lo
        era, lo parecía... Esa mirada, esos gestos, esa rabia de animal salvaje...
        Todo porque supo que, unos más y otros menos, tienen su canela.
        Ningún cristiano se convierte en fiera por motivos tan flacos. Se retira,
        se excusa, ignora, pero no revuelca el fango que lleva por dentro para
        arrojarlo a la cara de los demás.


                                    CLARITA
                         Mamá desconocía ese odio de Bill.


                                 MÁMA TOÑA
            ¡Y qué bonito papel hizo!... Nunca había escuchado tantas
        alcahueterías juntas. Casi, casi, le armó el catre en la sala. De uso
        rebascosa y malcriada, parecía un agua de melao. Bill por aquí..., Bill
        por allá... (Imitándola.) Estamos en el sur de Estados Unidos... ¡Y el
        alma de la hija en juego! ... Suerte que un buen espíritu te iluminó y
        acabaste de un golpe con tanta brujería.


                                    CLARITA
                         Mamá Toña, el peligro ha pasado.

                                 MAMÁ TOÑA
            Perdóname unas palabritas más, que poco tiempo me queda en este
        laberinto... Marta, hija..., si quieres casar a Clarita con un americano,
        comienza por probar su decencia, que algunos, como pasa con muchos
        puertorriqueños, no la tienen. No te importe que el novio venga de
        las sínsolas, pero, eso sí, que trate a Clarita, haga sol o se nuble, con
        el respeto que merecen las personas. Si los colores de la piel le sofocan
        el alma, hazle la cruz, porque alguien se ocupará de venderle el secreto
        del turbante. Amén. (Las contempla un instante y luego mira hacia los
        cuadros.) Esos dos también despedían azufre. ¡Caro hemos pagado el
        rosa de sus cachetes! (Inicia un movimiento hacia el claro del fondo.)

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