Page 61 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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El día después 57
realidad tan cierta como su primera venida hace dos mil años. La prome-
sa del regreso de Cristo resuena con consuelo. El Salvador alentó a sus
discípulos con la promesa: “No dejen que el corazón se les llene de an-
gustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre,
hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que
voy a prepararles un lugar? Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos,
para que siempre estén conmigo donde yo estoy” (S. Juan 14:1-3).
Las palabras consoladoras de Cristo son como un pagaré: Jesús afirmó
que volverá. ¡Podemos estar seguros de eso! La segunda venida de Jesús
no se basa en especulaciones vanas ni en deseos improbables o filosofías
humanas. Se basa en las inmutables, confiables y seguras promesas de la
Palabra de Dios. La segunda venida de Cristo revela la tremenda verdad
de que toda la historia avanza hacia el mismo clímax glorioso. Tenemos
un destino final. Encontraremos a aquel que tiene la respuesta definitiva
a todos los problemas. Sin esa convicción, hay pocas razones para vivir.
Las palabras de Jesús resuenan a través de los siglos: “No dejen que
el corazón se les llene de angustia”. Es como si él dijera: “Deja de preocu-
parte. No hay necesidad de estar ansioso. Aférrate a mi promesa. Confía
en mi palabra”. “Confíen en Dios y confíen también en mí. [...] Voy a
prepararles un lugar. Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos”. La
promesa del pronto regreso de Cristo anima el corazón y nos motiva.
Trae consuelo a nuestros días e ilumina las noches. Hace que cada mon-
taña sea más fácil de escalar.
En medio del gran conflicto entre el bien y el mal en el Universo,
Jesús nos da la certeza de que, por su gracia y debido a su muerte en la
Cruz, podremos vivir para siempre con él.
Los apóstoles nunca perdieron la esperanza
Reflexiona en la muerte de los apóstoles. Se cree que cada uno de
ellos sufrió la muerte como mártir, a excepción de Juan. La Biblia revela
que, a pesar de esto, nunca perdieron la esperanza en el regreso de Jesús.
El apóstol Pedro fue crucificado boca abajo, probablemente en el
año 66 d.C., por orden del sanguinario Nerón. El apóstol murió con una
esperanza viva. Estas son sus palabras: “Pero nosotros esperamos con
entusiasmo los cielos nuevos y la tierra nueva que él prometió, un mun-
do lleno de la justicia de Dios” (2 S. Pedro 3:13).