Page 62 - ESPERANZA PARA UN MUNDO EN CRISIS
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                  El apóstol Pablo pasó años en un húmedo calabozo romano.
               Después, probablemente fue decapitado alrededor de la misma época
               en que Pedro sufría el martirio, durante el gobierno de Nerón, en el
               año 66 d.C. Sin embargo, lleno de esperanza y certeza, miró más allá
               de lo que era, vislumbrando lo que será. Creía que Cristo había con-
               quistado la tumba y que, un día, regresaría, como había prometido,
               para liberarlo de las garras de la muerte.
                  Este valiente discípulo de Cristo se aferró a las promesas de la
               Palabra de Dios. Confiaba en que “el Señor mismo descenderá del cielo
               con un grito de mando, con voz de arcángel y con el llamado de trom-
               peta de Dios. Primero, los creyentes que hayan muerto se levantarán
               de sus tumbas. Luego, junto con ellos, nosotros, los que aún sigamos
               vivos sobre la tierra, seremos arrebatados en las nubes para encon-
               trarnos con el Señor en el aire. Entonces estaremos con el Señor para
               siempre” (1 Tesalonicenses 4:16, 17). El apóstol Pablo no murió derro-
               tado ni abatido. La promesa del regreso de Cristo llenaba su corazón.
                  Piensa en el apóstol Juan: fue quemado en un caldero de aceite
               hirviendo, sobrevivió y, ya anciano, con más de noventa años, fue
               exiliado por el emperador Domiciano a la isla de Patmos. Durante
               el exilio en esa isla solitaria, Jesucristo le dio a Juan una visión de su
               regreso. Escribió sobre esta visión en el último libro de la Biblia, el
               Apocalipsis.
                  Las palabras de San Juan rebosan de esperanza: “¡Miren! Él viene
               en las nubes del cielo. Y todos lo verán, incluso aquellos que lo tras-
               pasaron. Y todas las naciones del mundo se lamentarán por él. ¡Sí!
               ¡Amén!” (Apocalipsis 1:7).
                  El regreso de Jesús, por lo tanto, no será un acontecimiento secre-
               to. Todos los ojos verán a Jesús cuando regrese: los ojos de los jóvenes
               y los de los ancianos; los ojos de los estudiosos y los de los no ins-
               truidos; los ojos de los ricos y los de los pobres. Personas de todas las
               culturas, nacionalidades, idiomas, grupos y países lo verán regresar.
                  Tanto el primero como el último capítulo de Apocalipsis se ha-
               cen eco de la certeza del regreso de Cristo. En la última página de
               la Biblia, Jesús promete: “Miren, yo vengo pronto, y traigo la recom-
               pensa conmigo para pagarle a cada uno según lo que haya hecho”
               (Apocalipsis 22:12).
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