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acontecimientos políticos que se estaban desarrollando en Europa. Únicamente cuando las
                  fuerzas del Tercer Reich invadieron Polonia, y
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                  los planes de Hitler de expansión mundial se hicieron obvios, se verían los países de América
                  del Sur envueltos en la vorágine de la guerra mundial que comenzaba. La visita del
                  comandante en jefe del Ejército de los Estados Unidos, George C. Marshall, a Río de Janeiro
                  en junio de 1939, influyó a Brasil para unirse al bando aliado. «En la defensa de Estados
                  Unidos», declaró el general, «Brasil juega un papel esencial. La presencia de fuerzas hostiles
                  en territorio brasileño y su influencia sobre las comunicaciones con Europa y África
                  representaría una peligrosa amenaza para los Estados Unidos. Consecuentemente, la costa
                  entre Salvador y Belém debe estar protegida y defendida contra una posible invasión.»
                  Las consideraciones de Marshall fueron bien acogidas por sus colegas brasileños. También
                  ellos temían a los desembarcos alemanes y solicitaron la construcción de poderosas
                  fortificaciones a lo largo de la costa Este. En la conferencia de Panamá de 1939, Brasil se
                  declaró dispuesta a poner a disposición de los Estados Unidos bases de apoyo y aeropuertos
                  estratégicos para objetivos de defensa. En tan sólo unos meses, los primeros escuadrones de
                  bombardeo estadounidenses desembarcaron en Joáo Pessoa y Recife. En enero de 1940, el
                  presidente Vargas promulgó unas leyes decisivas en las que se disponía la supervisión de la
                  colonia alemana pro-nazi. El 7 de diciembre de 1941, el día en que los japoneses atacaron
                  Pearl Harbour, la decisión brasileña estaba tomada, las relaciones con Berlín se rompieron y el
                  país se preparó para incorporarse a la guerra.
                  Por parte alemana, los esfuerzos estadounidenses en Brasil fueron cuidadosamente anotados.
                  El general Canaris consideraba la estricta neutralidad del Brasil como un re-
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                  quisito necesario para el dominio de los submarinos alemanes sobre el sur del Atlántico. El
                  general Keitel contemplaba la futura invasión de América del Sur como una secuencia natural
                  de la expansión del Tercer Reich. Rosenberg, director del departamento exterior del Partido
                  Nacional Socialista, soñaba en una ocupación alemana del Brasil y en la asunción del poder
                  por los miembros de la colonia alemana.
                  En la primavera de 1942, cuando el Mariscal de Campo Rommel parecía estar a punto de
                  conquistar África del Norte en su victoriosa campaña, Brasil fue el principal objeto de discusión
                  en una reunión del Mando General en Berlín. Asuntos Exteriores, representado por el emba-
                  jador Ritter, aconsejó en contra de una acción militar en vista de una posible solidaridad por
                  parte de todos los países de América Latina. Keitel y Rosenberg sugirieron que se montara un
                  ataque masivo contra dicho país. Después de vehementes discusiones, Hitler se decidió por un
                  ataque de represalia para «castigar a Brasil por su alineamiento hacia los Estados Unidos y
                  disuadirle de futuras acciones hostiles».
                  La operación secreta se inició en Burdeos a comienzos de julio de 1942. Una flotilla de
                  submarinos salió hacia el Atlántico sur con el objetivo de hundir en «maniobras libres» tantos
                  barcos brasileños como fuera posible. El 15 de agosto de 1942, submarinos U-507 torpedearon
                  el carguero brasileño Baendepi en las cercanías de Salvador, y veinticuatro horas más tarde el
                  carguero Araquara. Siete días después, el 22 de agosto de 1942; Brasil declaró la guerra al
                  Tercer Reich.
                  El resultado final de la Segunda Guerra Mundial no se vio afectado por la lucha en el frente
                  brasileño, que se li-
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                  mito a la costa septentrional, desde Salvador hasta Belém, en la desembocadura del
                  Amazonas, pasando por Recife. Los submarinos que operaban en este área tenían el objetivo
                  de cortar los suministros aliados a África y Europa e impedir el desarrollo de unas poderosas
                  fortificaciones defensivas aliadas a lo largo de la costa. Era aquí donde los brasileños y los
                  estadounidenses habían estacionado escuadrillas de bombardeo y un ejército de 55.000
                  hombres. Según una observación contenida en la Historia do Exercito Brasileiro, su misión
                  consistía en «la defensa contra una posible invasión alemana de la región de Joáo Pessoa y
                  Natal».
                  Tan firmemente convencido estaba el alto mando brasileño de los planes de invasión alemanes
                  que hacia 1943-1944 aumentó la potencia del ejército a 65.000 hombres. La estratégica zona
                  «Norte-Nordeste» sólo perdería importancia tras la victoria aliada sobre el Afrika Korps de
                  Rommel y el inicio de los planes para la reconquista de Francia.
                  ¿Planeó realmente Hitler la conquista de Brasil? ¿Era ésta técnicamente factible? ¿Tuvo lugar?
                  Según el diario de guerra del coronel brasileño José Maria Mendes, los militares brasileños
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