Page 31 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN PERUANA 27
de nuestros días comprendida entre la desembocadura del Ama-
zonas y el territorio de Minas Geraes, invadió el gigantesco trián-
gulo formado por el Madeira y la serranía de Mattogrosso, y flu-
yó tumultuosamente en dirección a los contrafuertes de los Andes.
Los precollaguas continentales, padres de los protocollaguas
andinos, fautores de la civilización de Tiahuanaco, antójansenos el
resultado de la intensa selección de castas en que se resolvió
aquella formidable aleación de elementos étnicos primordiales.
Fáciles de imaginar son los tropiezos, provenientes de la as-
e
pereza de una naturaleza primitiva y de la saña de los hombres,
que los dichos precollaguas continentales hubieron de vencer en
su huida; tropiezos y peligros que no cesarían hasta el momento
en que, neutralizado el peligro de la mar, la horda se dió cuenta
de que ni en los dilatados pajonales de Goyaz, ni en la tupida
manigua de Mattogrosso, ni en las ásperas estribaciones de la cor-
dillera intercontinental, existía en condiciones apreciables el ele-
mento indispensable entre todos, sin el cual no cabe pensar en
formar organizaciones humanas medianamente viables: la sal.
Organizase desde aquel momento una afanosa carrera de ra-
zas con rumbo a la meseta de los Andes, en donde se presume que
exista en abundancia aquel útil elemento; carrera en que es de
creer que llevaría la delantera la raza mejor constituida, más
animosa, más resistente a las fatigas, producto de una selección
más enérgica y más viable.
En esta forma, y al cabo de una serie de siglos, aportan al
altiplano de los Andes los Protocollaguas, dueños de una expe-
riencia tan intensa cuan duramente adquirida, dotados de una
organización tribal lo bastante consistente para sustraerse al pe-
ligro de su disgregación durante el proceso de sus emigraciones
seculares y de su roce con infinitas razas, de una religión—la de
ios Muertos— , de una base de subsistencia agrícola, ajena al trigo
asiático, no aclimatado, acaso, en las vegas de la Atlántida cuan-
do se produjeron las catástrofes y emigraciones que dejamos di-
chas, de una base pastoral, ajena al carnero y al buey asiáticos y
africanos, y lo que más importa, de una misión civilizadora que no