Page 76 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
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      la cual parece simbolizar la realización estática del esfuerzo en
      que se ven empeñadas las cuarenta  y  ocho figuras menores que le
      forman friso  y complemento.
           Estas parecen simbolizar el comienzo del acto que aquélla da
      por ejecutado: el de acudir, presurosas, de un llano amagado por
      algún peligro inmenso hacia una cumbre salvadora.
          El escultor kalasasaya, que en hora feliz para la inteligen-
      cia de  la prehistoria americana, tomó de su cuenta grabar  el
      mensaje que aquellas cuarenta  y  nueve figuras transmiten con
      su actitud al pensador moderno, ha sabido traducir con una téc-
      nica cabal, por una parte el movimiento de avance, intencionado
      y  gimnástico, esto  es, la cuasi carrera en que vemos empeñadas
      a las cuarenta  y  ocho figuras menores,  y  por otra parte el reposo
      estático de viajero fatigado, apoyado en dos bordones, del que
      alcanzó, envejecido, la meta que se propuso alcanzar, de la  fi-
      gura central.
          Esta representación de la raza que de las orillas del Atlán-
      tico  y  de la hoya amazónica acudió al altiplano de los Andes, se
      mantiene de pie sobre cierta teoría de peldaños que para nosotros
      va más allá del valor genérico tierra (plana o montuosa)  asignado
                                                           ,
      por Posnansky al “signo escalonado”, detalle frecuente de la or-
      namentación protocollagua.
          Según nuestro entender, aquella teoría de peldaños escalo-
      nados no es otra cosa sino el perfil de la Cordillera de los Andes,
      con el detalle de sus pendientes  y  contrafuertes, sobre cuya base
      mueren las ondas de dos acéanos azotados por los signos tempes-
      tad y  monstruos marinos, alegóricos, éstos, de los cataclismos que
      algún día provocaron la afanosa peregrinación de las razas pre-
      collaguas de las orillas del Atlántico a la meseta salvadora de los
      Andes.
          Para que el signo alegórico, no antojadizo ni fantástico, sino
      fundado en lo más entrañable de ias añoranzas de la raza que
      lo ideó, sea aún más claro  y  explícito,  el escultor arcaico trazó
      sobre una cresta de la cordillera sobre la cual se presenta de pie
      la mencionada figura principal, cuatro teorías de cumbres, en
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