Page 78 - Historia de la civilización peruana contemplada en sus tres etapas clásicas de Tiahuanaco, Hattun Colla y el Cuzco, precedida de un ensayo de determinación de "la ley de translación" de las civilizaciones americanas
P. 78
,
74 R. .CÚNEO - VIDAL
que campean rostros de pumas, y de las cuales se desprenden cua-
tro teorías de ríos hacia el final de los valles de ambas vertien-
tes de los Andes, sin que en aquella página de topografía andina
falte el detalle de una masa de agua, representativa de la laguna
de Titicaca, en que campea el signo pez.
Completando el valor descriptivo de la pieza arquitectónica
que analizamos, la greca del friso en que se apoya, ofrece, en dieci-
séis medallones, orlados por el signo río la faz del sol saliente de
las aguas de un océano (el Atlántico) y sepultándose en otro océa-
no (el Pacífico), probablemente en un sentido de años o de cen-
turias.
Establecido según nuestro modo de ver el valor de la fi-
gura del a modo de Moisés americano que guió a la horda funda-
dora de Tiahuanaco de las orillas del Atlántico, castigadas por
ignotos cataclismos, y de los valles anegadizos de la hoya ama-
zónica al altiplano de los Andes, donde la raza descansó de sus
fatigas y optó por establecerse, la explicación de las figuras se-
cundarias que completan una representación ideográfica semejan-
te, no ofrece mayor dificultad, siendo así que su conjunto tiende
a representar el éxodo de la primitiva humanidad americana, del
llano a la cordillera, bajo la guía de sus mallcos, o mancos, o
exploradores de trazas de cóndor, y su final establecimiento a ori-
lla del lago de Titicaca, ackapana y pacarina él también.
Cabe decir de consiguiente que, tratándose del arco de Ka-
lasasaya, nos hallamos en presencia de un documento histórico de
subido valor de “un positivo mensaje”, por el cual un artista
desconocido, nacido ha veinte siglos, se propuso transmitir a las
presentes generaciones el recuerdo de la marcha secular de su na-
ción y el de su establecimiento en el suelo predestinado en que
floreció su cultura: página comparable por todos conceptos a las
por las cuales los escultores mayas nos transmitieron en la orna-
mentación de los templos y palacios aparatosos de Yucatán, el re-
cuerdo de las espantosas catástrofes que asolaron a su nación.
O mucho nos engañamos, o la toca—Posnansky la denomina
“corona”— que gastan las treinta y seis figuras menores que avan-