Page 140 - METAFÍSICA 4 en 1 edicion 1 y 2
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Mercurio no puede ser de carne y hueso! Pero que es un humano, inteligente hermano
nuestro e hijo de Dios, se sabe por las comunicaciones espirituales.
El simple hecho de que el pez, que se ahoga en nuestro aire, y nosotros que nos
ahogamos en el agua, somos de carnes y osamentas distintas aunque habitamos el mismo
planeta, pasa desapercibido para todo humano que se niega a creer que un "platillo
volador" es una cosa positiva. Pero es de mentes obtusas y cerradas, la pretensión de que
todo tiene que ser idéntico a ellas sin desviarse un pelo!
¡Cuánto asombrará a los humanos el día que todos sepan que jamás podrán viajar ni a
Venus ni a Marte en su cuerpo camal, sino en cuerpo astral, etérico, periespíritu! ¡Y que
podrán viajar a donde les plazca, desde la Luna hasta el último planetoide, el día que sepan
desdoblarse y proyectarse en sus vehículos menos densos! Más adelante en esta Edad de
Oro, Era de Acuario, a cargo del Maestro Ascendido Saint Germain, será cosa comente y
común, el día que se acabe el egoísmo y el odio, ya que los otros planetas superaron estos
defectos y no pueden tolerar semejantes vibraciones.
Cuánto asombrará a los humanos terrícolas el saber que los llamados "platillos" se
aparecen y desaparecen a voluntad de sus dirigentes. Que al acercarse a la Tierra con
intenciones de aterrizar, retardan su marcha y por lo tanto sus frecuencias vibratorias, y se
materializan por el mismo Principio que anuncio Einstein: Cuando el hombre llegue a cono-
cer su propia ecuación se desintegrará a voluntad y se reintegrara en otro lugar.
Algo parecido ocurre cuando un avión comienza a detener la hélice, y allí donde no
veíamos nada comenzamos a vislumbrar las aspas que giran más y más lentamente hasta
que se detiene por completo y se muestra sólida la hélice, cuando a pocos minutos antes
era invisible a causa de una vibración vertiginosa!
Si no se puede pensar, recordar y comprender este último detalle, ¿cómo se va a
comprender ni creer en los habitantes adelantados de otros planetas, y mucho menos creer
en los Maestros Ascendidos? Pero interesa mucho que la mayoría de los terrícolas
comience a saber de estas cosas, por la salvación del planeta y de ellos mismos, porque
como dijimos en el Mensaje anterior, los que ya saben algo de esta enseñanza y siguen las
instrucciones, tienen el "chance" de salvarse de los cataclismos inmanentes, y ayudaran a
salvar a todo el planeta Tierra de éstos.
A todo el que le parezcan estas nuevas enseñanzas casi imposibles de creerlas, no tiene
sino que recordar que sólo hacen sesenta y pico de años que no se concebía la posible
existencia de un avión, ni un fonógrafo, ni un teléfono, ni un televisor, ni un automóvil ni de
la electricidad siquiera!
En idéntico estado de ignorancia se encuentra el hombre corriente con respecto a la
Cosmogonía y Cosmología. Está convencido (aunque no se atreva a confesarlo, aunque se
diga católico, protestante o judío) que al morir su cuerpo, se acaba todo él, o se desaparece
en un más allá que es mejor "no jurungar".
Uno de los Principios de la Creación se llama la Ley de Correspondencia, .y tiene por
lema "Como es Abajo es Arriba, y Como es Arriba es Abajo". Ella comprueba que el hombre
continúa viviendo eternamente en alguna parte, evolucionando y adelantando como el niño
que entra primero al "kinder", luego a Primaria, Secundaria, Bachillerato, Universidad, etc.,
etc.
La Biblia enseña que Dios ordenó al hombre crecer y multiplicarse. Es auténtico. El
hombre sigue creciendo, agigantándose y multiplicándose. No en el sentido de tener
muchos hijos, como en la Tierra, sino en un sentido que se nos hace difícil captar, aunque
hay un ejemplo: La entidad llamada "El Espíritu Santo" es uno de los aspectos de Dios, que
conocemos por referencia, más en contacto con la Tierra. No es masculino, como se cree.
Es la parte maternal de Dios. Padre, Hijo y Espíritu Santo, significa: Padre, Hijo y Madre. El
Padre es el Creador, Dios. La Madre es el Espíritu Santo, y el Hijo es Todo Hombre, todos
los hombres, o sea el producto del Padre y la Madre.
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