Page 2 - Aldous Huxley
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                  UN MUNDO FELIZ
                  (Aldous Huxley)




                    PRÓLOGO






                  El  remordimiento  crónico,  y en ello están acordes todos los moralistas, es un
                  sentimiento sumamente indeseable. Si has obrado mal, arrepiéntete, enmienda tus yerros
                  en lo posible y encamina tus esfuerzos a la tarea de comportarte mejor la próxima vez.
                  Pero  en  ningún  caso  debes entregarte a una morosa meditación sobre tus faltas.
                  Revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse.


                  También el arte tiene su moral, y muchas de las reglas de esta moral son las mismas que
                  las de la ética corriente, o al menos análogas a ellas. El remordimiento, por ejemplo, es
                  tan indeseable en relación con nuestra creación artística como en relación con las malas
                  acciones.  En  el  futuro,  la  maldad debe ser perseguida, reconocida, y, en lo posible,
                  evitada. Llorar sobre los errores literarios de veinte años atrás, intentar enmendar una
                  obra fallida para darle la perfección que no logró en su primera ejecución, perder los
                  años de la madurez en el intento de corregir los pecados artísticos cometidos y legados
                  por esta persona ajena que fue uno mismo en la juventud, todo ello, sin duda, es vano y
                  fútil. De aquí que este nuevo UN MUNDO FELIZ sea exactamente igual al viejo. Sus
                  defectos como obra de arte son considerables; mas para corregirlos debería haber vuelto
                  a escribir el libro, y al hacerlo, como un hombre mayor, como otra persona que soy,
                  probablemente hubiese soslayado no sólo algunas de las faltas de la obra, sino también
                  algunos de los méritos que poseyera originalmente. Así, resistiéndome a la tentación de
                  revolcarme en los remordimientos artísticos, prefiero dejar tal como está lo bueno y lo
                  malo del libro y pensar en otra cosa.


                  Sin embargo, creo que sí merece la pena, al menos, citar el más grave defecto de la
                  novela, que es el siguiente. Al Salvaje se le ofrecen  sólo  dos  alternativas:  una  vida
                  insensata en Utopía, o la vida de un primitivo en un poblado  indio,  una  vida  más
                  humana en algunos aspectos, pero en otros casi igualmente extravagante y anormal. En
                  la época en que este libro fue escrito, esta idea de que a los hombres se les ofrece el
                  libre albedrío para elegir entre la locura de una parte y la insania de otra, se me antojaba
                  divertida y la consideraba como posiblemente cierta. Sin embargo, en atención a los
                  efectos dramáticos, a menudo se permite al Salvaje hablar más racionalmente de Io que
                  su educación  entre los miembros practicantes de una religión, que es una mezcla del
                  culto a la fertilidad y de la ferocidad de los Penitentes, le hubiese permitido hacerlo en
                  realidad. Ni siquiera su conocimiento de Shakespeare basta  para  justificar  sus
                  expresiones. Y al final, naturalmente, se les hace abandonar la cordura, su Penitentismo
                  nativo recobra la autoridad sobre él, y el Salvaje acaba en una autotortura de maniático
                  y un suicidio de desesperación. Y así, después de todo, murieron miserablemente, con
                  gran satisfacción por parte del divertido y pirrónico esteta que era el autor de la fábula.
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