Page 165 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González



               a vísperas de la gran temporada (diciembre), me lanzaron a mi primer turno, empezó
            a la una de la tarde y termino a las no me quiero acordar.


               Encerrado (porque así debía ser), en esa caja recibidora (ahora le dicen cubículo),
            entre madera y vidrio, era un espacio de 2 por 2 metros, ventanilla con hueco al frente
            para atención al público, a mano izquierda, máquina de escribir, a mano derecha, bille-
            tero, al frente mío en el escritorio, los monederos (que eran los que más se usaban en
            rutas que atendían colegios)


               Qué tal si vamos a comerciales y nos tomamos algo, una Quatro, una Sprite o una
            Fanta naranja…?, porque de solo acordarme de ese primer día, me da una angustia y
            una sed…! Ahh…! Que ricooo…! Salud… ahora sí, prosigamos.


               Jorge Soto me entrego las llaves de la puerta de la caja (por seguridad en el turno,
            uno debía trabajar encerrado), me echo la bendición y me dijo: “Enciérrese, mucha
            tranquilidad, aplique todo lo que aprendió, mucha suerte y chao…!”. Yo recibía billetes
            y billetes, registraba créditos y cheques en las planillas, recibía monedas, billetes y
            cheques y más monedas y más billetes. Los vendedores y la gente me decían por la
            ventanilla: “Señor, la ruta numero tal esta aquí…?” yo les respondía: “Si señor, ya lo
            atiendo” y seguía recibiendo billetes, cheques y más billetes y yo… arrume y arrume,
            dinero, cheques y monedas y planillas, no me pare para nada, ni almorcé, lo cierto fue
            que reaccione, cuando vi por el hueco de la ventanilla, la cara alegre de mi ángel que
            me dijo: “Oiga, marica… me abre…? Son las once de la noche y debo ayudarle a cua-
            drar caja, para poder cerrar la caja fuerte principal, porque yo no sé usted, pero yo estoy
            mamao y quiero irme a dormir”.


               Cuando este ángel entro a la caja… porque no nos disfrutamos un granizado de néc-
            tar verde, una Poker o un Whisky…? Porque de contarle esta aventura, tirando a radio
            novela, me dio sed… Ahh…! Que ricooo…! Chin-chin… bueno, continuemos…


               Cuando entro y vio billetes, monedas, cheques y planillas por todo lado, se cogió la
            cabeza a dos manos y grito: “Tocayo, gran marica… usted que hizoooo…!”. Un cajero
            recibidor, en un turno así, en alta temporada, atendía 40 a 50 rutas, y yo me atendí en
            mi novatada, 120 rutas.


               Para concluir el cuento, nos dieron las 3 de la mañana, pero todo salió al centavo,
            ah porque se me olvidaba, un cajero recibidor, así sea de banco (que no manejan sino
            papeles, cuando quiera le explico), mientras le sobre o le falte en su arqueo final, no
            se puede ir a su casa, no puede cerrar turno. Claro que eso me sirvió, porque después
            me volví experto en todo y jefe de cajeros recibidores, como seria, que duré 5 años en
            este cargo y no me querían soltar, ya que no encontraban mi reemplazo, llegaba gente
            del banco de Bogotá, de Colombia, Popular etc…etc., Y ninguno pasaba las pruebas, y
            yo quería irme para la sección de publicidad como promotor.




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