Page 243 - Confesiones de un ganster economico
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                        los invitaron a comer y a tomar chicha. Mientras los visitantes aceptaban la invitación,
                        los guerreros persuadieron a los guías para que se marcharan con sus canoas. En todo
                        caso, decían los de las tribus, nunca se retuvo a ningún trabajador en contra de su
                        voluntad. En todo momento se les dejó libres de dirigirse adonde quisieran. 3
                          Mientras seguía conduciendo, recordé lo que me habían dicho los shuar en 1990,
                        cuando después de vender IPS los visité para ofrecerme a colaborar en la salvación de
                        la selva.
                           — El mundo es como lo sueñas — dijeron, y subrayaron que nosotros los del Norte
                        habíamos soñado grandes industrias, infinidad de automóviles y gigantescos
                        rascacielos. Pero ahora descubríamos que nuestra visión había sido en realidad una
                        pesadilla que acabaría por destruirnos a todos.
                           —Cambiad ese sueño —me aconsejaron los shuar. Pero más de diez años después
                        seguíamos en las mismas, y pese al trabajo de un gran número de personas y de las
                        organizaciones no lucrativas, en algunas de las cuales había colaborado yo, la
                        pesadilla estaba alcanzando nuevas y terroríficas proporciones.
                           Cuando por fin entré con mi todoterreno en la población de Shell, enseguida me
                        condujeron a una reunión con las representaciones de numerosas tribus: los quichua,
                        los shuar, los achuar, los shiwiar y los zaparo. Unos habían caminado durante días a
                        través de la selva. A otros los habían traído en avionetas fletadas por las ONG.
                        Algunos llevaban la falda tradicional, las caras pintadas y las diademas de plumas,
                        pero la mayoría trataba de emular a los habitantes de las ciudades y usaban pantalón,
                        camiseta y calzado.
                           Los delegados de la comunidad acusada del secuestro fueron los primeros en
                        hablar. Dijeron que poco después del regreso de los trabajadores a su empresa, se
                        había presentado en su aldea cerca de un centenar de soldados ecuatorianos. Se nos
                        recordó que esto sucedía al comienzo de una estación especial de la selva húmeda, la
                        maduración de la chonta. Esta palmera sagrada para las culturas indígenas da fruto una
                        vez al año, cuya sazón coincide con el comienzo de la época de apareamiento para
                        muchas aves de la región, incluidas varias especies raras y amenazadas. Cuando están
                        en celo, estas aves son muy vulnerables. Los indígenas imponen la veda e impiden que
                        se cacen estos pájaros durante la estación de la chonta.
                           —Los soldados no pudieron llegar en peor momento —explicó una mujer.
                           Me compadecí de su dolor y del de sus acompañantes mientras narraban la trágica
                        historia de cómo los soldados no hicieron caso de la veda. Hubo una matanza de aves,
                        por diversión y para comérselas. Luego





























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