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IN MEMORIAM
Por: Lcda. Augusta Gómez Vargas
A la memoria del Sr. L. M., comerciante de treinta y nueve años de
edad, una de las tantas vidas que se perdieron durante la pandemia del
Covid-19.
Es difícil recordar cuántas vidas ha cobrado el SARS-COV-2 en
nuestro país, por eso estas líneas van dedicadas para todas ellas y sus
familias, personificadas en la historia de este hombre, quien marcó mi
vida como enfermera.
Iniciaba marzo de 2020 y con él, el período de vacaciones que tanto
había esperado para ir de paseo en la montaña. ¡Un mes de relax! Con
varios planes establecidos, lugares por conocer, café con los amigos de
siempre, y tiempo para dedicarme a mis otras aficiones: la cocina y la
danza. De todo lo descrito, poco fue lo que pude hacer, ya que la pan-
demia, inimaginable, transformó mi vida, como la de todos. Confina-
miento en casa, distanciamiento social, e inclusive evitar aquellos gestos
de amor y cariño que tanto harían falta para superar este tiempo tan difícil
que sobrevino, me refiero a besos y abrazos. Además, el uso forzoso de
mascarilla para prevenir el contagio, con la incomodidad que representa,
de manera especial para quienes, como yo, tenemos rinitis alérgica. Cual-
quier estornudo o acceso de tos significaba las miradas ajenas sobre mí,
sembrando el pánico como consecuencia.
Los únicos paseos que tuve fueron al supermercado, al banco, y al
mercado una vez por semana, nada de montaña ni lugares hermosos; por
lo menos me quedó el consuelo de la cocina con recetas nuevas e in-
ventadas, y la danza tuvo que limitarse a la pantalla del computador por
videoconferencia. Eso sí, el tiempo compartido en familia, con mis niñas,
es lo que más destaco de la situación vivida, con muchos juegos y risas;
sin embargo, el tiempo pasaba, el final del mes estaba cerca y la preocu-
pación por la vuelta al hospital se convirtió en otra compañera del día
a día, ante la posibilidad de convertirme en un instrumento de contagio
hacia mis hijas y padres, quienes ya son adultos mayores, vulnerables.
Además, me quitaba el sueño el desconocimiento sobre si regresaría al
mismo lugar o a un nuevo servicio, el temor se hacía presente más allá de
que me adapto con facilidad a los nuevos escenarios y distintas modali-
dades de trabajo.
Llamada telefónica: “Nos van a mandar a terapia intensiva a las dos”
me dijo una de las compañeras que también salió de vacaciones al mismo
tiempo que yo. De tal manera, el cambio que nos esperaba era rotundo,
había que enfrentarlo, buscando aprender temas nuevos. Me gustan las
áreas críticas, a pesar de que no puedo ocultar mi fascinación por la ins-
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