Page 202 - Libro_Sars_Cov_2_Digital
P. 202
“Atendía mi restaurante, pequeño, en el que vendía comida costeña.
Me iba muy bien hasta que este ‘bichito’ nos robó la felicidad. Modestia
aparte, preparo unos ceviches deliciosos de lo que a Usted se le antoje:
concha, camarón, pescado, mixtos. Cuando pueda visite mi local para
que saboree mi sazón, aunque creo que una vez que me den el alta no
volveré a trabajar por algún tiempo. ¿Cree que me den mañana el alta?”
Contesté: “Es muy probable dada su buena evolución. Además, ma-
ñana se cumpliría unos de los requisitos para que pueda egresar de esta
casa de salud. Seguro en su casa se pondrán felices al recibirlo”.
Sonrío y replicó: “Sí, no lo dudo. Una de mis hijas me cuidará, en una
casa alejada de la ciudad para cumplir a cabalidad con todas las normas
establecidas, aunque extrañaré cocinar”. Continuó: “Sabe, la vida del
campo es tranquila. Viví muchos años en mi finca, cerquita al centro de
la cuidad, hasta que me casé y construí una casa en el centro; de eso ya
treinta años. Aún conservo mi casa de adobe, ya que las mismas que son
abandonadas se destruyen, tal como los árboles frutales abandonados a
los que se les acaba el gusto por vivir en esas condiciones”. Quería pre-
guntar algo más pero el hombre hablaba con tal sentimiento que lo dejé
continuar con su relato:
“A nadie le debería pasar esto. Me he dedicado casi toda la vida
a la agricultura y los fines de semana regresaba a la finca a ver a mis
animales, ya que eso días no me gustaba estar en el restaurante. Sábado
y domingo eran sagrados para darme un respiro de la rutina, y eso que
soy cocinero desde niño, al igual que mis hermanos. Mis padres nos en-
señaron a defendernos en la cocina, más allá del machismo de la época,
aún vigente, y ahí le agarré el gusto. Viví un tiempo en la Costa, lo que
me permitió mejorar la sazón de todos mis platos”.
De golpe, silencio y ojos llorosos. “Extraño a los nietos, ya que son el
vivo recuerdo del camino recorrido de la vida, y por ellos van todos los
esfuerzos. Imagínese, tengo quince, y dos más están por nacer. Cuando
tenga nietos sabrá la alegría que se siente. A mi esposa también extraño
mucho, gigante compañera de vida, cómplice de locuras y decisiones.
La amo”.
Luego de un profundo respiro, inicié conversación con Don Marco,
con la misma pregunta, ante la cual me dijo: “Me he dedicado a la agri-
cultura toda mi vida, tengo mis chacritas y me apena no poder cose-
charlas junto con mi familia. Añoro estar en casa, compartir con ellos.
Aunque no lo crea, a mi edad aún juego “ecuavoley”, con unos ‘malitos’
igual que yo, porque ya no podemos hacer mucho esfuerzo”. Hizo una
pausa y la cara se le encendió a propósito de la práctica deportiva y sus
anécdotas:
202 Regreso al Indice