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EL ESPÍRITU SANTO Y SU BAUTISMO
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad. Él es co-igual, co-eterno y co-existente con el Padre y con el Hijo. Su ministerio en la tierra es el de convencer y convertir al hombre, así como ser el gran paracleto (consolador, consejero, ayudante, intercesor, abogado, fortalecedor) para la Iglesia. El bautismo del Espíritu Santo y fuego es un don de Dios prometido por el Señor Jesús a todos los crey- entes y se recibe luego del nuevo nacimiento. La evidencia inicial de hablar en otras lenguas, así como otras manifestaciones descritas en Hechos 2, acompaña esta experiencia. Mientras que hay un bautis- mo inicial, hay muchas llenuras del Espíritu. El propósito del bautismo del Espíritu Santo es para que nosotros, los creyentes, podamos tener poder para ser testigos.
Mateo 3:11; Juan 14:16-17; Hechos 2
LA REDENCIÓN DEL HOMBRE
El hombre es un ser creado y se hizo en la imagen y semejanza de Dios (masculino y femenino). Pero, a través de la transgresión y caída de Adán, el pecado entró en el mundo y pasó a todos los hombres. Jesu- cristo, el Hijo de Dios, se manifestó para deshacer el trabajo del diablo y dio su vida y derramó su sangre para redimir y restaurar el hombre a Dios. La salvación es un don gratuito de Dios al hombre, separado de las obras y la Ley, y se hace operativa por gracia mediante la fe en Jesucristo, produciendo obras aceptables a Dios. Esta experiencia de la salvación se produce cuando una persona confiesa con su boca que Jesús es el Señor y cree en su corazón que Dios le levantó de entre los muertos.
Romanos 5:12-21; Romanos 10:9-10; Juan 3:16-17; 1 Juan 3:8
ORDENANZAS DE LA IGLESIA
El Señor Jesucristo, Cabeza de la Iglesia, estableció para la iglesia dos ordenanzas a seguir: El bautismo en agua y la Comunión. El bautismo en agua, por inmersión completa, es un mandamiento directo de nuestro Señor. Si bien, no es necesario para la salvación, pero sí para todos los creyentes. Esta orde- nanza es una señal externa de una obra interior. Simboliza la identificación del creyente con Jesús en su muerte, sepultura y resurrección.
La ordenanza de la comunión también es un mandamiento del Señor Jesús, que debe ser recibida constantemente hasta su regreso. Sólo los creyentes pueden venir a la mesa del Señor, que consiste en el pan y la copa. El pan habla de su cuerpo, el cual fue partido por nosotros. La copa habla de su sangre que fue derramada por nosotros. Ambos elementos son testigos del nuevo pacto del cual ahora los creyentes pueden disfrutar mientras se declara proféticamente su pronto regreso.
Mateo 28:19; 1 Pedro 3:21; Lucas 22:7-20; 1 Corintios 11:17-30
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