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LA HISTORIA DE PACHITA



   A media luz, en un ambiente lúgubre y sofocante,
   Pachita movía las manos con destreza.


   Heredera de una tradición ancestral de magia y

   curación, Pachita extraía órganos dañados para
   reemplazarlos por unos buenos, removía tumores y
   alejaba a las malas energías en rituales que por
   muchos fueron conocidos.

   Cuentan que Pachita tenía toda clase de pacientes:
   lo mismo la visitaban residentes de la colonia
   Roma Norte que políticos y artistas, quienes
   venían a su consultorio para que con sus

   manos diestras y con la ayuda de espíritus,
   ahuyentara sus males.

   Pachita podía aparecer órganos íntegros
   y restituirlos a cuerpos enfermos, sin
   anestesia ni equipos sofisticados. Sin
   más instrumentos que un cuchillo de
   cocina cuyo mango estaba envuelto en
   cinta de aislar, operaba a sus pacientes,
   a quienes mandaba a guardar un
   reposo de tres días y luego podían

   volver a sus actividades cotidianas,
   siempre y cuando bebieran los bebedizos
   y elíxires que ella misma recetaba y
   preparaba.

   Sobre si efectivamente Pachita podía obrar
   esta milagrería en su consultorio de la
   colonia Roma, hay mucha controversia.


   Ella afirmaba también que era el mismo
   Cuauhtémoc, el último emperador azteca, quien la
   poseía y guiaba para hacer sus actos de magia
   psíquica. A él lo llamaba “El Hermanito” y decía que
   tenía una conexión espiritual tan profunda con él que
   era capaz de regresar de la tierra de los muertos para
   obrar las curaciones a través de ella.

   Pero la presencia de Pachita no es lo único que
   ha ocurrido en esta casa. Con frecuencia sus
   moradores dicen escuchar sonidos, presenciar

   apariciones y ser testigos de hechos
   inexplicables.
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