Page 57 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
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No puedo describirte lo que siento ante el inminente comienzo de mi empresa.
Me es posible darte una idea de esa sensación trémula con que me dispongo a partir.
Voy a regiones inexploradas, a la «región de las brumas y las nieves», pero no mataré
ningún albatros [44] ; así que no te inquietes por mi seguridad, ni pienses que volveré a
ti consumido y lleno de aflicción como el «Viejo marinero». Sonreirás ante esta
alusión, pero te revelaré un secreto. A menudo he atribuido mi afición, mi apasionado
entusiasmo por los peligrosos misterios del océano, a esa obra del más imaginativo de
los poetas modernos. Hay algo que me hierve en el alma, que no logro comprender.
Prácticamente soy laborioso, cuidadoso, un artesano que trabaja con perseverancia y
esfuerzo; pero aparte de esto, siento un amor por lo maravilloso, una fe en lo
prodigioso, que se entreteje en todos mis proyectos y me aleja del camino ordinario
de los hombres, arrastrándome incluso hacia esos mares apartados y esas regiones
desconocidas que estoy a punto de visitar.
Pero volvamos a reflexiones más queridas. ¿Te veré otra vez, después de cruzar
mares inmensos y regresar doblando el cabo más meridional de África o de América?
No me atrevo a esperar tanta fortuna, aunque no soporto tampoco contemplar el
reverso del cuadrado. De momento, sigue escribiéndome siempre que puedas: quizá
reciba tus cartas en los momentos en que más las necesite para sostener mi ánimo. Te
quiero con todo mi cariño. Recuérdame con afecto si no vuelves a saber de mí.
Cariñosamente, tu hermano,
Robert Walton
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