Page 75 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
ración una de mis manos entre las suyas, y dijo, de la manera
más cariñosa:
"Señorita Lucy, sé que no soy lo suficientemente bueno
como para atarle las cintas de sus pequeños zapatos, pero su
pongo que si usted espera hasta encontrar un hombre que lo
sea, se irá a unir con esas siete jovenzuelas de las lámparas
cuando se aburra. ¿Por qué no se engancha a mi lado y nos
vamos por el largo camino juntos, conduciendo con dobles arne-
ses?
"Bueno, pues estaba de tan buen humor y tan alegre,
que no me pareció ser ni la mitad difícil de negármele como ha
bía sido con el pobre doctor Seward; así es que dije, tan ligera
mente como pude, que yo no sabía nada acerca de cómo en
gancharme, y que todavía no estaba lo suficientemente madura
como para usar un arnés. Entonces él dijo que había hablado de
una manera muy ligera, y que esperaba que si había cometido
un error al hacerlo así, en una ocasión tan seria y trascendental
para él, que yo lo perdonara. Verdaderamente estuvo muy serio
cuando dijo esto, y yo no pude evitar sentirme también un poco
seria (lo sé, Mina, que pensarás que soy una coqueta horroro
sa), aunque tampoco pude evitar sentir una especie de regocijo
triunfante por ser el número dos en un día. Y entonces, querida,
antes de que yo pudiese decir una palabra, comenzó a expresar
un torrente de palabras amorosas, poniendo su propio corazón y
su alma a mis pies. Se veía tan sincero sobre todo lo que decía
que yo nunca volveré a pensar que un hombre debe ser siempre
juguetón, y nunca serio, sólo porque a veces se comporte ale
gremente. Supongo que vio algo en mi rostro que lo puso en
guardia, pues repentinamente se interrumpió, y dijo, con una
especie de fervor masculino que me hubiese hecho amarlo si yo
hubiese estado libre, si mi corazón no tuviera ya dueño, lo si
guiente:
"Lucy, usted es una muchacha de corazón sincero; lo sé.
No estaría aquí hablando con usted como lo estoy haciendo
ahora si no la considerara de alma limpia, hasta en lo más pro
fundo de su ser. Dígame, como un buen compañero a otro, ¿hay
algún otro hombre que le interese? Y si lo hay, jamás volveré a
tocar ni siquiera una hebra de su cabello, pero seré, si usted me
lo permite, un amigo muy sincero.
"Mi querida Mina, ¿por qué son los hombres tan nobles
cuando nosotras las mujeres somos tan inmerecedoras de ellos?
Heme aquí casi haciendo burla de este verdadero caballero de
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