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 En busca del camino peruano
Editorial
La presidenta del Congreso y los hablantes castellanos que integran las bancadas parlamentarias se quedaron atónitos, sin entender nada, escuchando al Primer Bellido Iniciar la presentación de su mensaje en quechua.
Tendrían que imaginar ellos, lo que debe haber ocurrido con los nativos, obligados a comunicarse en una lengua extraña, que no era la suya, como lo hicieron sumisamente durante 500 años.
El tiempo de escucharnos ha llegado, y la mayoría parlamentaria de buen juicio no debería sorprenderse de eso. Al contrario. Es la oportunidad para promover desde los poderes públicos que entre todos los lenguajes y colores del Perú haya verdadera comunicación. Entre todas sus gentes.
La Sra. Alva, de linaje cercano al gobierno del país por varias décadas, se perturba al escuchar a un ministro hablando en el lenguaje de los nativos peruanos. Es un desafío a su talante democrático, y como tal le toca comportarse.
Terminado su discurso Bellido chacchó coca, la planta sagrada que los perseguidores de la naturaleza a veces quieren exterminar, intentando culpar a las plantas y a los campesinos, por la degeneración que inventan y contagian las mafias internacionales dedicadas a juntar el dinero del mundo.
La actitud del primer ministro marca en esto otra diferencia. Reivindica las costumbres peruanas, indebidamente proscritas por la soberbia cultural de los conquistadores. Crea expectativas sobre el tipo de cambios que el Gobierno de Castillo pueda emprender.
En su discurso Bellido dio otras pistas que, de ponerse en práctica, indicarían el comienzo de un gobierno distinto, no solo por su composición. “Nuestra gestión no pretende ser la continuidad de gobiernos anteriores, ni tampoco intenta copiar modelos adoptados en otros países,” dijo.
Ese viene a ser el problema central del nuevo gobierno. Encontrar un camino propio que convierta la sabiduría de la gente del Perú en gobierno exitoso. Quizás si salimos de la trampa de los “modelos” y las imitaciones, y nos fijamos más en las potencialidades culturales peruanas, ese camino puede hacerse más evidente.
Lo cierto es que ese camino tampoco depende solo de lo que haga el gobierno. Depende en alto grado de lo que cada grupo de peruanos pueda aportar con su ingenio y lealtad. Empresarios, emergentes, trabajadores, campesinos, estudiantes, intelectuales. Si en vez de hacernos la trampa entre nosotros, de jugar al gobierno y la oposición, de prestarnos a las intrigas de la prensa, ponemos la buena voluntad de todos, entonces otro país, con moral renovada, puede ser posible.
Así como la gente de todas las clases apoya masivamente a la selección nacional de futbol, cuyo encargo es dejar en alto el nombre de Perú, toca también apoyar al Gobierno elegido, que tiene el encargo de recoger lo mejor de los gobiernos anteriores, y poner su creatividad cpara que la cosa siga mejorando. Cualquier confrontación es estéril.
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