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Sueña y escribe


                            El  niño  tiene  la  mirada  inyectada  en  sangre,  su

                            rostro posee unas llagas inmensas y le susurra ayuda
                            antes  de  que  sus  ojos  se  cierren  para  siempre.
                            Alaya,  pasmada  por  lo  que  acaba  de  presenciar,

                            abre la puerta de su habitación para ir en auxilio del
                            niño y encuentra a su padre con un aspecto similar
                            tumbado  sin  vida  en  el  suelo.  Alaya  empieza  a

                            sollozar desconsoladamente abrazando el cuerpo de
                            su  padre,  el  hombre  que  estuvo  ahí  para  ella

                            durante toda su vida, aquel que le había enseñado a
                            ser  fuerte  y  el  verdadero  significado  del  amor  y
                            cuyos brazos eran su lugar seguro cuando su mundo

                            se derrumbaba, descansaba inerte entre sus brazos,
                            le habían arrebatado a su familia.


                            Instantes  después  de  lo  ocurrido,  un  anuncio
                            empieza  a  transmitirse  por  las  bocinas  de  toda  la
                            ciudad:  un  virus  diseñado  para  ganar  la  guerra

                            contra  el  ejército  ruso  ha  sido  liberado
                            accidentalmente  en  la  ciudad  de  Chicago,  Estados

                            Unidos, y el gobierno nacional ha decidido cerrar la
                            ciudad  e  impedir  la  salida  de  sus  habitantes.  Los
                            instan a considerar el sacrificio de unos pocos como

                            la garantía de un futuro próspero para muchos. Sin
                            embargo, para Alaya esto sólo puede significar una

                            cosa:  La  guerra  era  un  juego  de  ajedrez  enorme  y
                            ellos sólo eran peones de los cuales los reyes podían
                            prescindir para ganar la partida.


                            Después del anuncio, empiezan los disparos en las
                            calles,  hay  soldados  con  trajes  de  protección

                            disparando a todo aquel que vean. Percatándose de
                            ello, Alaya intenta tranquilizarse y hallar un refugio




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