Page 131 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
P. 131
—Así pasa… aunque mi compadre está luchando por pagar la deuda. Dice que
cuando recupere la casa, trabajaré en ella y haremos una gira por todo el país;
mientras… ya ves… estoy de vacaciones, ordenando algunos asuntos y la casa.
Di un respingo, ¿ordenando su casa?, ¡pero si yo hacía todo el trabajo! Tenía
dolorida la espalda por barrer, sacudir, quitar el polvo, restregar y acomodar todo
su mugrero. ¡En ese tiempo él se había ocupado solo de las historias de
fantasmas y yo de los trapos sucios!
—A propósito, ¿vas a querer oír la historia del oso arrullero? —me preguntó el
tío, como leyéndome la mente.
—Me gustaría, pero estoy muy cansado de hacer el aseo —repuse con un ligero
tono de molestia.
—Ya no te voy a pedir que hagas limpieza —aseguró mi tío—, creo que has
aseado suficiente.
Vaya, hasta que mi tío tenía un gesto de bondad. Pero mi buen ánimo no duró
mucho tiempo, el tío Chema apareció con una brocha.
—Dijiste que ya no limpiaría… —recordé ofendido.
—Exactamente, ya no vas a hacer el aseo, ahora te toca pintar la sala. —Sonrió
—. Dale tres capas a las paredes, y cuidado con los muebles, no quiero que los
manches.
—Pero tío…
—Ya sabes, sin pago no hay historia y por si no lo notaste, no a todos los
fantasmas nos gusta vivir en un lugar sucio y abandonado. Esta casa es lo único
que tengo y todo lo que hay dentro de ella es mi verdadero tesoro. Tardé años en
reunir los objetos que contiene y cada uno tiene que ver con un relato.
Deduje que no habría modo de negociar con mi tío, así que tomé la brocha y
puse manos a la obra. Sentí un escalofrío cuando abrí el bote de pintura (¡era
color amarillo huevo!). No tengo mucha práctica con la brocha, así que además
de la pared, mi pelo, la nariz, una oreja y los zapatos quedaron amarillos.
Fue un trabajo duro, largo y tedioso, pero al final la sala mejoró notablemente,