Page 20 - Material de clases de masaje infantil
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Centrarnos en la experiencia de estar juntos.

                                                        Para los niños, la atención “activa” por
                                                        parte de los padres es fundamental.
                                                        Y para nosotros también, si queremos
                                                        ser capaces de percibir lo que
                                                        nuestros hijos sienten y viven en
                                                        realidad. De hecho, no hay otra
                                                        manera de acercarnos a su universo
                                                        más íntimo que no sea el estar
                                                        profundamente concentrados en la
                                                        persona del niño. Tomarnos el tiempo
de observar sus ojos, su pelo, su piel y su carita mientras juega. Observar sus
reacciones, sus intentos, sus gestos. Su lenguaje, su interacción hacia nosotros.
Observarle cuando ríe, cuando algo le divierte, cuando algo le asusta o le
entristece. Estar con él de verdad, el máximo tiempo que nos sea posible,
centrados en el “aquí y ahora”. Observar no significa permanecer pasivo, en este
caso: se puede observar desde la participación activa en la experiencia del
masaje.

Dar un masaje a tu bebé es más que un momento de relajación. Es un momento
íntimo y de calidad que puedes ofrecerle cada día, en el que le dedicas toda tu
atención y comienzas a descubrir a tu bebé. Te das cuenta de gestos, sonidos y
comportamientos que antes habías pasado por alto, con los que te dice
constantemente lo que necesita. Al entender su lenguaje, se harán más fáciles
las tareas de crianza diarias, disfrutando mucho más del crecimiento de tu bebé.

Además, el contacto piel con piel, aumenta la producción de oxitocina, hormona
responsable de la felicidad, la relajación y el amor. Cuando los niveles de esta
hormona son altos, desarrollan el área afectiva del cerebro de tu bebé,
generando en él o ella una personalidad amorosa, dulce y compasiva, con la que
formará lazos afectivos sólidos con las personas de su entorno.

Las investigaciones científicas demuestran que el área afectiva del cerebro del
bebé, se desarrolla en función del afecto que recibe durante sus dos primeros
años de vida, a través de caricias, abrazos, besos y palabras amorosas que
recibe de mamá y papá. Sólo una gran cantidad de amor logrará formar su área
afectiva al máximo, creando en el niño una conducta amorosa, dulce y
compasiva que le permitirá formar vínculos en el futuro con familia, amigos,
pareja, etc.

Cuando no recibe suficientes demostraciones de cariño, el área correspondiente
del cerebro no se desarrolla de forma óptima, así que puede mostrar dificultades
para expresar y recibir afecto. Cuando esto ocurre, no hay un equilibrio entre las
conductas amorosas y violentas, predominando entonces las violentas. Esto
podemos observarlo en la actualidad, con el aumento del llamado “Bullying” en
los colegios, que cada vez comienza a más temprana edad.
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