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143.~-L.O-S GRANDES HOMBRES
Nueve heridas tenía, de las que manaba
tan abundante sangre, que el rey indio, qebi-
1itado, dejaba caer los dardos de la mano
cuando iba a lanzarlos. Alejandro, compasi-
vo siempre con el vencido, al ver en tal estado
a Poro, después de haber admirado su arrojo
en la pelea, envi6 en su auxilio al indio 'l'a-
xiles, con orden de que le exhortase a ren-
dirse al vencedor, sin aguardar la muerte.
Mas Poro, a quien no era desconocida aquella
voz, repuso :
-No quiero escucharte Taxiles; que has
sido traidor a tu patria y a tu reino.
Y reuniendo las pocas fuerzas que aún le
quedaban, tomó entre sus manos un dardo que
arrojó a Taxiles, atravesándolo de parte a
parte.
No desagradó este arranque a Alejandro,
que envió nuevos mensajes a Poro. Mas el rey
indio no se rendía.
El elefante en que iba, mil veces herido, se
arrodilló, al fin, ante los macedonios. Estos,
viéndo al rey exánime se acercaron a él cre-
yéndole muerto, y, por orden de Alejandro,
fueron a despojarle de la coraza y las armas.
Mas entonces el elefante 1 defendiendo a :rn